El Neuquén que viene

15 abril, 2023
El Neuquén que viene

El Neuquén que Viene fue el título de un libro que firmó, en 1991, Luis Sapag, entonces precandidato a la gobernación por la lista, en el MPN, que impulsaba su propio padre, Felipe Sapag. Pleno de ideas liberal-progresistas, el texto, evidentemente influenciado por la época (con Carlos Menem influyendo en todos, desde la versión más liberal de toda la historia del peronismo), contiene admoniciones, advertencias, y proyecciones optimistas para el territorio señalado casi siempre como el faro que podría alumbrar a la República toda, aunque esto, en rigor, todavía nunca ha sucedido.

Luis Sapag perdió esa interna contra Jorge Sobisch, quien a la postre también resultó ser el gobernador emepenista más liberal de la historia del MPN, con una gestión que puso énfasis en la racionalidad del gasto estatal, y que incluso coqueteó con la privatización de algunas áreas de la magna organización político-sindical que el partido provincial desarrolló como nadie; de hecho, algo privatizó: la línea aérea TAN, que subsistió solo unos pocos años después de aquella decisión gubernamental.

Lo cierto es que a fines de los ’80 del siglo pasado y principios de la década del ’90, la preocupación por los recursos y los gastos del Estado provincial ya comenzaba a evidenciarse. Se agravó la consideración del tema después de la gestión de Felipe Sapag, de 1995 a 1999, porque el precio del petróleo fue muy bajo y las regalías tocaron un piso casi inédito. Fue la época de la pueblada de Cutral Co y Plaza Huincul, y del recorte (por primera y hasta ahora única vez) en el salario de los empleados públicos, pues Sapag decidió reducir 20 por ciento el rubro de zona desfavorable que integraba el sueldo de los estatales.

El Neuquén que Viene, firmado por Luis Sapag, reflexionó sobre estas realidades antes que otros, pero ese libro, al igual que tantos otros textos ensayísticos sobre la realidad neuquina solo contribuyó a agrandar la biblioteca de apasionados del tema. La mayoría nunca le ha dado mayor importancia a los diagnósticos, ni a los agoreros ni a los marcadamente optimistas, como fue por ejemplo ese ensayo-medida de gobierno denominado Plan 2020, también pergeñado en el último gobierno de Felipe Sapag y apuntado a una reconversión productiva con énfasis en el desarrollo de la agroindustria a partir del incremento del riego en todo el territorio de la provincia.

¿Qué Neuquén realmente vendrá tras la elección de un nuevo gobierno en Neuquén, este domingo 16 de abril?

Si se compara el contexto nacional y provincial entre la década del 90 del siglo pasado y este año 2023, fatalmente se encontrarán semejanzas y diferencias; pero lo que resaltará es una gran coincidencia: Neuquén sigue con un destino incierto, con una economía todavía sin reconvertir, y con un gasto estatal récord dentro del panorama nacional, que, por supuesto, es tan grave o peor que lo que lo fuera en los peores momentos de aquellos 10 años del siglo pasado.

El MPN, con Jorge Sobisch, encontró alivio e impulso para salir del pozo de recursos agotados en los yacimientos de gas y petróleo de Loma de La Lata, aprovechando en paralelo la privatización de YPF y su devenir en Repsol; después, Neuquén agotó esos recursos casi hasta la extinción total, y entonces Jorge Sapag, ya gobernador desde 2007, volvió a impulsar la provincia nuevamente con los recursos no convencionales que ahora, con Vaca Muerta tras dos gobiernos presididos por Omar Gutiérrez, están floreciendo a un ritmo escalofriante. Esto ha actualizado el debate sobre el qué hacer con el incremento de recursos, porque, se sabe, no dura para siempre, sino que se agota en un tiempo, indeterminado, pero inexorablemente corto, en términos relativos, para una sociedad tan demandante.

Así que acá se está nuevamente: un ciclo más que puede repetirse o levemente cambiar, y que puede significar la suerte o desgracia para Neuquén, según sea la política que comience a aplicar quien gane este domingo 16, cuando asuma su gobierno, en diciembre (recién) de este año.

Gane quien gane, y haya prometido hacer lo que sea, la realidad de la Neuquén que viene es absolutamente predecible: o utiliza los mayores recursos petroleros en desarrollar otras actividades económicas con poder de sustitución de esos recursos, o será condenada a repetir un ciclo de éxito-fracaso inevitable.

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