La debacle de la clase media no se resuelve con agravios

La debacle de la clase media no se resuelve con agravios

El rechazo del Senado de la Nación al decreto de necesidad y urgencia (DNU) que había impulsado y que seguirá impulsando Javier Milei desató una catarata de agravios, insultos y amenazas impropias de la razón (de los buenos modales y hasta de la vida en democracia), en la que se involucró el propio presidente.

Funcionarios y trolls del oficialismo atacaron a los legisladores que votaron mayoritariamente en contra. Peor aún; hubo un ataque preventivo y hasta intestino en las horas previas a la sesión. Desde La Libertad Avanza, uno de los miembros del batallón de agresivos anónimos, llevó la cobardía tuitera más allá de cualquier límite y llamó a colgar a Victoria Villarruel, en la Plaza de Mayo.

La vicepresidenta había llamado a la sesión, pese a que en el entorno presidencial sabían lo que iba a suceder y finalmente sucedió: no le dieron los números y el expediente que contiene el ajuste que asfixia al común de la sociedad fue rebotado. Ya en la sesión, Milei le dio me gusta a un posteo en el que se difundían los teléfonos de quienes iban a votar en contra. Una locura, impropia de quien conduce los destinos de una República.

Distintos senadores fueron agraviados, porque votaron en contra de la herramienta a la que Milei considera indespensable para dejar atrás los tiempos de la decadencia. Peor aún, la senadora por la provincia de Chubut, Edith Terenzi, sufrió amenazas de muerte. La legisladora radical pidió -en el recinto- una moción de privilegio para solicitar que Milei se retracte de sus dichos contra el gobernador Ignacio “Nacho” Torres. Luego fue amenazada y dijo que el intento de amedrentamiento llegó desde Casa Rosada.

Este proceder, que algunos pretendieron acotar al vértigo de la política, es por supuesto inadmisible. Impropio. Pero hace que desplace del debate a las cuestiones cotidianas que empujan a la pobreza a familias trabajadoras que hasta hace sólo algunos meses pertenecían (auque sin demasiada holgura) a una casta a la que ya no pertenecen: la clase media. Otras muchas están cerca de bajar el peldaño.

La evolución de los salarios es lenta con relación a la escalada inflacionaria que horada el bolsillo y aleja a infinidad de productos del alcance de los presupuestos familiares. Alcanza con repasar la evolución de los precios de los alimentos en las góndolas, la cuota del colegio, la de la prepaga o simplemente la factura de la luz. Para quien alquila y está la límite de aquel escalón, el coctel es lisa y llanamente lapidario.

Hay en ese presente de penurias una adversidad que expresa con particular crueldad las angustias y que debe ser atendencia de inmediato: la imposibilidad de comprar medicamentos, con todo lo que ello implica.

Aquí, en Neuquén, la declaración de emergencia sanitaria (impulsada por el propio Ejecutivo provincial) hizo que el ministerio de Salud pudiera comprar rápidamente remedios para el sector público y comenzar a reponer lo que faltaba (en realidad todo lo que faltaba, porque la herencia fue de botiquines vacíos). Pero, lamentablemente, no en todas las provincias existe la posibilidad de encarar una inversión semejante.

La Confederación Farmacéutica Argentina alertó que, a lo largo de los últimos cuatro meses, los medicamente duplicaron su valor y en algunos casos hasta superaron ese 100 por ciento. El diagnóstico ya era malo en la última etapa del gobierno de Alberto Fernández, a quien habían corrido de la foto para que no perjudicara la imagen del entonces candidato a presidente, Sergio Massa (devenido en improvisado ministro de Economía); pero empeoró con las medidas de Milei y su inflación sostenida de dos dígitos por mes.

El presidente de esa Confederación, Ricardo Pesenti, alertó sobre la baja en el consumo de medicamentos (argentinos que abandonan tratamientos o no pueden atender sus afecciones como corresponde) y lo atribuyó a “la desregulación que está incluida en el DNU”, cuyo rechazo generó los agravios contra los legisladores.

Alertó que la administración libertaria considera a los fármacos mercadería en lugar de bien social; y dijo que los que más baja registraron en sus ventas fueron aquellos concebidos para tratar afecciones respiratorias y los llamados antimicrobianos.

El gobierno nacional debería comprender, de una vez por todas, que la falta de medicamentos no se resuelve con agravios, sino con medidas de cara a la sociedad, cuya mayoría desencantada le confió, entre otras cosas, nada menos que el derecho a la salud. 

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