Tres meses de cuarentena, entre la salud y la locura

17 junio, 2020
Tres meses de cuarentena, entre la salud y la locura
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Han pasado tres meses de cuarentena. Han pasado 90 días de la situación excepcional más impactante de este siglo. Cada quien lo ha vivido a su manera, y desde el defensor más acérrimo de la salud a ultranza, hasta el más descuidado, ha debido subordinarse a los dictados de su majestad, el Estado.

En él hemos confiado a veces casi ciegamente, pese a que, para los argentinos, jamás ha representado una garantía de nada.

En el afán de esquivarle al virus, nos hemos quedado en nuestras casas. Hemos dejado de ver y tocar a nuestros seres queridos. Perdimos trabajos, cerramos comercios. Hundimos a la industria nacional, siempre endeble, a su pozo más profundo. Gastamos millones de pesos que no teníamos, mientras negociamos una deuda que no pagaremos, reivindicando nuestra soberanía. Cerramos las escuelas y pensamos que las podíamos suplir con cuadernillos y conferencias por Zoom. Vimos gente sufrir y morir, con mayor o menor cercanía. Tuvimos, casi siempre, miedo.

Nos sentimos, por momentos, disciplinados como nunca; y, en otros, rebeldes y propicios al fuego de la insubordinación.

Vimos un nuevo matiz de la clásica injustica que predomina en la sociedad argentina. Otros colores de la discriminación. Nuevas explicaciones y justificaciones para el autoritarismo berreta.

También, encontramos razones para la solidaridad. Volvimos a aprender dónde están las cosas importantes. Nos obligamos a pensar, algo que generalmente se olvida. Cuestionamos más, y eso, tal vez, ha sido bueno.

El Estado nos llenó de mensajes y restricciones. No logró nuestra confianza absoluta. Apenas, el respeto que se ha vuelto sagrado, el respeto por la democracia como forma de vida y práctica política. El Estado se equivocó, y acertó, y volvió a equivocarse. Todavía se lucha en sus intestinos esa batalla inaudita y extraña al resto de los mortales, por un mundo lleno de seguridades que en realidad no existe.

El mundo, fuera del Estado, es áspero, difícil. Hace más frío cuando hace frío. Y, el virus, que no sabe de organizaciones sociales, anda muy orondo después de tres meses de cuarentena. Cuando nosotros ya dudamos de todo y no sabemos hasta cuándo podremos aguantar, ese bicho, ese virus, parece que toma la fuerza de nuestro propio agotamiento. Cuando más dudamos, más fuerte se hace. Cuando nos flaquea el amor, el virus se hace grande, como un gigante impiadoso.

Los gobernantes nos dicen que la responsabilidad es nuestra. Vaya novedad.

No necesitamos sugerencias de cómo vivir. Esa es una elección que, humildemente, tomamos nosotros. Lo único que necesitamos es que funcionen los sistemas de salud, por los que pagamos con nuestro dinero. Que haya eficacia e idoneidad, porque para eso los hemos elegido. Que no se les ocurra robar, como han estado acostumbrados desde el siglo pasado. Ni traficar con nuestras necesidades, haciéndose los esforzados titanes de la República.

Entre la salud y la locura, estamos nosotros, las personas. El virus no podrá contra eso, quédense tranquilos.

Rubén Boggi

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