El renovado rol de Quiroga

6 enero, 2013
El renovado rol de Quiroga

Mientras el MPN prepara y aplica al mismo tiempo su estrategia de crecimiento y sustentación para este electoral año del 2013, lo mismo o parecido hace su oposición más concreta, la que encarna el bloque, ya unido aunque no pegado, del Nuevo Compromiso Neuquino (NCN) y la Unión Cívica Radical (UCR).

La figura aglutinante es Horacio Quiroga.

Decir esto no implica ningún descubrimiento deslumbrante, sino la mera consecuencia del proceso político que se re-inició cuando después de ver imposibilitada su candidatura a gobernador por la UCR, por la derrota que le infligió el entonces intendente Martín Farizano, Quiroga se decidió a crear un partido propio e intentar la reconquista de la capital.

El proceso fue exitoso, está a la vista.

Quiroga ganó todo desde entonces. Su último triunfo lo consiguió por vía de sus representantes, en la interna de la UCR. Fue en ese contexto, en el partido que eligió cuando era un jovenzuelo ambicioso sin más banca que su propio empuje, que terminó de derrotar a sus propios errores, que lo llevaron a oscilar entre un menemismo por conveniencia y un kirchnerismo ídem.

Quiroga es ahora un candidato de temer por el MPN, porque pudo construir una herramienta al margen de los aparatos y de las dependencias nacionales. Y esa construcción la hizo en su momento más débil, cuando menos aportes económicos tenía, renunciado al kirchnerismo con el kirchnerismo al máximo, suspendido en su propio partido, cobista sin Cobos, y apostando todo a esas encuestas de imagen que tan bien le daban y que en algún momento él mismo puso en duda.

Ahora Quiroga es intendente y lo será por lo menos hasta el 2015; pero fundamentalmente es un político que aprendió de triunfos gloriosos y derrotas tremendas, a valorar la importancia de la construcción de espacios representativos con autonomía. Una vez que se llega allí no hay retorno: lo ha demostrado en Neuquén el MPN, partido que nunca volvió al peronismo por la sencilla razón de que le había ido muy bien siendo peronista desde afuera del PJ.

Al MPN todavía le funciona esa receta, y ahora deberá enfrentar a un radical que aplicó una variante incluso perfeccionada de aquel prospecto pergeñado por los hermanos Sapag. Es una curiosa vuelta de tuerca de la historia política neuquina, con resultado absolutamente incierto, y con desarrollo apasionante en estos días temerarios.

Ahora se verá, en estos primeros meses del año, cómo funciona la coordinación entre NCN y UCR para construir las candidaturas legislativas y dejar la primera marca rumbo al 2015. Si bien los comensales se sientan a la misma mesa, los menús son diferentes y también los gustos. Hay dirigentes que se aferrarán a su importancia ganada con el NCN, y otros que buscarán hacer valer el peso del gran partido que es la UCR, en una coyuntura donde este sector político comenzará a repuntar de a poco, potenciado por la “camporización” del gobierno de Cristina Fernández, su cada vez más evidente (con perdón de la semántica) radicalización.

Es posible que Quiroga asuma entonces el rol de árbitro de las inevitables peleas que traerán las negociaciones. En algún punto, es un lugar casi inevitable para la morfología de los líderes argentinos, siempre variantes autoritarias de las frágiles democracias, justificados a sí mismos como necesarios para mantener el timón firme en medio de la flaqueza institucional que caracteriza a este país moldeado por los golpes, los militares y los populistas.

La principal característica de este año estará dada por este protagonismo, el MPN versus su oposición más concreta, y por cómo funcionarán las alianzas de uno y otro vértice de esta polarización subyacente. Además, este protagonismo estará sintetizado en dos hombres que curiosamente no serán candidatos en 2013: el gobernador, Jorge Sapag; y el intendente, Horacio Quiroga.

Sapag jugará y juzgará la suerte de los candidatos del MPN este año, respaldándolos desde su gestión; y lo mismo o parecido hará Quiroga.

Neuquén, en este contexto, acrecentará su perfil con cierta independencia política de los avatares confusos que ocurren en la desmesura nacional.

Será, claro, una independencia relativa, pues Argentina está más unitaria que nunca, más centralizada que de costumbre, y más propensa de lo que jamás ha estado a caer en la tentación más absurda de todas: la de fingir democracia sin respetar su difícil esencia.

Rubén Boggi

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