Complejas delicias de la shale-política

16 septiembre, 2012
Complejas delicias de la shale-política

Cada acto, cada gesto, cada palabra que se pronuncie en la política neuquina, va dirigida hacia el futuro. El luminoso cartel del 2015 atrae las afiebradas mentes que sueñan con el poder, como a insectos. Los más prudentes, se acuerdan de la metáfora de Ícaro y revisan la cera de sus alas. Los acostumbrados a arremeter sin pensar tanto, confiados en que el empuje es argumento suficiente, no calculan daños colaterales y contribuyen a meter electoralismo en un escenario demasiado precario.

El MPN sigue dividido, y solo se unirá un día antes si las encuestas indican que puede darse la pesadilla con la que viene soñando desde hace tiempo. Jorge Sapag, cabalgando sobre la acuciante necesidad del gobernante, fabrica agrupaciones como un arquitecto piensa un laberinto que beneficie a su morador (¿el Minotauro?) y pierda en el infierno a los visitantes.

Jorge Sobisch trabaja exprimiendo al máximo su experiencia política, hundiendo la pala en los barrios y en las moradas humildes, buscando la mística antigua de la que tanto se habla, casi un valor arqueológico para el partido provincial. El presidente del MPN explicita de a poco que su intención es ser candidato, otra vez. Solo un revés judicial puede frenar esa decisión, que ya está tomada porque forma parte de su esencia la competición.

Hay otros en el MPN. Deberá observarse la estrategia de Ana Pechen, que en todos estos años ha construido, tal vez sin proponérselo, una opción no ya para su misma figura, sino para el MPN en su conjunto. Pechen es, hasta ahora, quien más protagonismo ha tenido desde la vice-gobernación en toda la historia de la provincia, pero se mueve con una prudencia que muchos confunden con ausencia de motivación política futura. Tal vez se equivoquen.

Y está Jorge Tobares, con su versión K-pejotista del partido provincial, haciendo campaña desde que se fue del gobierno. Y está Alicia Comelli, con ganas desde hace tiempo de protagonizar elecciones con cargos en la provincia y no fuera de ella. Hay muchos cuadros políticos en el MPN, más allá de que vulgarmente se bastardee esa fábrica de políticos. No se está 50 años en el poder sin inevitablemente generar descendencia.

Esto forma parte de la realidad. Pero no significa nada. Sólo la certeza de que el MPN no se agota en una posibilidad de re-reelección en Neuquén, así como el peronismo (aun dividido, aun fragmentado en mil esquirlas contradictorias) no se agota en Cristina Fernández y su propia creencia de ser la encarnación de Démeter, esposa de Zeus, diosa de la fecundidad y por lo tanto imprescindible.

El 12, día del aniversario de la Capital neuquina, compartieron escenario el intendente Horacio Quiroga y el gobernador Jorge Sapag. El discurso de Quiroga fue pensado para no confrontar, pero sin eludir la diferenciación y su propia meta, que es competir por la gobernación en el 2015. Por eso lanzó aquello de que era la hora de accionar, sin tener tanto miedo al costo político de las acciones. Sapag, a su lado, asimiló el palo retórico y emergió con un largo discurso de reafirmación emepenista, sacudido por cornetas y pitos de la recientemente creada Más por Neuquén, por ahora una bulliciosa celebración de la re-re, elevada en decibeles, y machacadora en refutaciones hacia la oposición.

Al otro día, el 13, fue el cacerolazo.

La movilización en Capital Federal y varias ciudades argentinas, entre ellas Neuquén, impactó con crudeza en un escenario que venía anticipando el enojo de esa difusa masa de ciudadanos que se describe como “clase media” con el gobierno de Cristina Fernández, y –por extensión- de todos sus seguidores, incluido aquí el gobernador Jorge Sapag.

Era previsible: el kirchnerismo no existe sin el no-kirchnerismo, y viceversa. La elementalidad de la confrontación disimula la complejidad de la sociedad argentina. Increíblemente, todos parecen inclinarse ante la precariedad razonable de un hincha de fútbol.

Sin embargo, no serán estas movilizaciones ni mucho menos la discusión sobre ellas las que alimentarán el ansia devoradora de los invitados a la mesa del 2015, con paso previo por el copetín del 2013.

Es más probable que lo que suceda en esas fechas tenga que ver con lo que los gobiernos han hecho (o no han hecho). Es decir, con las cuestiones concretas, que indican satisfacción o insatisfacción en los ciudadanos argentinos; bienestar o malestar; buena calidad de vida, o mala calidad de vida.

Haya o no cacerolazos, lo importante es lo que provoca la conformidad o disconformidad de las mayorías. Que son muchas, no una sola, en las matemáticas de la política.

En Neuquén, para entender las posibilidades hacia la deslumbrante luz de neón del 2015, hay que medir la eficacia de los gobiernos.

Esto lo sabe tanto Sapag como Quiroga.

Por eso Sapag apuntó a demostrar en su discurso que buena parte (por no decir la mayoría) de las obras significativas que se hacen en la ciudad le “pertenecen” al gobierno de la provincia, es decir, al MPN. En el frenesí de números y datos, hasta se permitió afirmar que no tenían tiempo para las inauguraciones, y por eso no se había inaugurado todavía la biblioteca Alberdi.

Más allá de que la realidad es que la biblioteca no se inaugura (pese a estar terminado el edificio desde hace años) porque falta el equipamiento necesario, que también deberá pagar el Estado, lo cierto es que Sapag (y el MPN) han elegido ya a Quiroga como el adversario a derrotar.

Es una reacción lógica a la pretensión de Quiroga y su nueva herramienta política, que se propone vencer al MPN, o más apropiadamente, vencer a quien el MPN ponga como candidato.

Esto origina una mecánica divertida: el gobierno provincial promociona y hace “obras municipales”; mientras el gobierno municipal no cesa de producir hechos políticos que apuntan a “cuestiones provinciales”. Sapag se preocupa por la situación de un SUM en construcción en un barrio; Quiroga, por la seguridad pública y lo que hace o deja de hacer la policía provincial. Sapag promociona el Parque Oeste que transformará la laguna del barrio San Lorenzo en un paseo hollywoodense. Quiroga lo aprovecha, y le recuerda que para hacer estas cosas es necesario ponerse firme de una vez por todas con los preciosos y escasos recursos petroleros y gasíferos de la provincia.

Así, se oscila entre la conciliación y el enfrentamiento. Se ven juntos para enfrentar la presión sindical. Pero separados en la metodología. Desde distintas ópticas, ambos dudan en el qué hacer frente al Estado supernumerario. ¿Bastará con el renacimiento petrolero, con la shale-política, para sobrevivir al extenuante gasto de un Estado básicamente empleador y mal-gastador de los recursos públicos?

En esa pregunta, sin respuesta, está probablemente encerrado el gato al que nadie, al menos por ahora, quiere ponerle el cascabel.

Rubén Boggi

 

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