Neuquén o el trauma que se viene

16 septiembre, 2023
Neuquén o el trauma que se viene

Para entender la política, el periodista, generalmente, no aplica un método distinto al utilizado en cualquier otro rubro de la realidad, arbitrariamente dividida en categorías. En concreto, se basa en hechos, en primer lugar; en una interpretación profunda de esos hechos, en función del contexto y otras relaciones que pueden establecerse; y en la conclusión que pueda sacarse de ese análisis. Nunca, nunca, habrá de poner una interpretación a lidiar contra un hecho concreto; más, tampoco separará ambos componentes. Lo ideal será fundirlos, en un proceso intelectual enriquecedor. Así, lo que sucede en Neuquén, el proceso político en marcha hacia diciembre, debería analizarse con rigurosidad despojada de intereses subalternos o culposos. De esa manera, quizá, se consiga algo de objetividad, y mayor distancia de esa continua operación existente como presión hacia periodistas, y, a veces, hacia medios.

Tal vez así se observe que el proceso comenzado por Rolando Figueroa nació dentro del MPN, primero, como fenómeno de competencia interna, pero después salió de ese continente, protagonizó una ruptura o cisma, que intentó disimularse o maquillarse, y produjo un hecho político disruptivo y resonante -el más importante de la breve historia institucional neuquina- al ganar las elecciones, y entronizar a un nuevo partido -Comunidad- como líder de una coalición política plural y dueño de ese preciado alquiler que es la Casa de Gobierno, durante, al menos, cuatro años. Así lo establece el contrato (la Constitución) y así de clara es esta realidad: el MPN, inquilino de larga trayectoria, deberá mudarse el 10 de diciembre hacia una locación menor (el municipio capitalino); mientras la residencia principal, esa que fue ocupada por el mismo nombre o razón social desde 1963 en adelante, será ocupada por una denominación diferente, que, aunque nacida de la misma cuna, transitó otros destinos y comenzará ahora a escribir otra historia.

Los apresurados, o malintencionados, o ambas virtudes defectuosas si se quiere, intentan maquillar ahora este traumático cambio. Sí, es traumático, más allá de los disimulos. Y sí, provocará estremecimientos en el seno del Estado, pues el Estado neuquino (al igual que el nacional) está fundido, literalmente: tiene déficit creciente, deuda importante, y una falsa tranquilidad que se impone todo el tiempo: la propiedad de los yacimientos (concesionados a privados) de Vaca Muerta. En concreto, el estatus de quiebra estatal se disimula en Neuquén por los activos futuros, ya que el negocio petrolero solo se traduce como tal cuando produce, cuando sale de las profundidades de la roca madre y se comercializa en el esquivo y dificultoso mercado argentino, aquí o desde aquí hacia el mundo. Basar la tranquilidad en el futuro es una apuesta incierta y peligrosa, y, desde el punto de vista periodístico, una gran equivocación. El presente manda, es impiadoso, y la mera descripción de lo que sucede en tiempo real basta para barrer cualquier impostura. No obstante, aquí, en Argentina, las imposturas pueden ser tan fuertes que hasta gobiernan.

El cambio político, que comenzó el sábado con la asunción de Claudio Larraza en Plaza Huincul, es protagonizado, en las fotos, aunque más no sea, por el gobierno entrante y el saliente. En Huincul, esa dicotomía con cierto tono farsesco se vio claramente: muchas sonrisas y fotos, para terminar un proceso vergonzante de traspaso del poder; lleno de imprecisiones, cortinas oscuras tapando oficinas que sólo se abrirán con Larraza efectivamente asumido como intendente y ordenando, a su modo, lo que evidentemente está desordenado. El intendente saliente, Gustavo Suárez, es posible que sea cabeza de la oposición pues asume en el Deliberante como concejal del MPN; la oposición se calentará cerca del fogón que mantiene encendido desde 1996 Ramón Rioseco; y así, los hechos objetivos describirán mejor la realidad presente que cualquier interpretación que pretenda “buenas relaciones” y fotografías consensuadas.

A nivel provincial, este presente de Estado fundido no se comunicará claramente el 18, cuando se produzca la nueva cumbre entre el saliente Omar Gutiérrez y el entrante Rolando Figueroa. Tal vez prevalezcan los gestos de buena voluntad, pero lo cierto, lo que se sabe, es que cada ministerio informó lo que pudo, y que habrá carpetas muy incompletas, o, aún peor, reflejando imposturas. Lo cierto, lo concreto, lo objetivo, es que los servicios del Estado están muy resentidos, y no solo por una cuestión de recursos económicos, a veces, ni siquiera porque no haya suficientes recursos económicos. El sistema de Salud, por ejemplo, contrasta el deterioro impresionante y presente en los hospitales, con la halagadora visión de un futuro soñado en la construcción del gran hospital norpatagónico: son cuestiones distintas, las dos existen, pero lo que manda es lo que ocurre ahora, no lo que ocurrirá en algún momento de los próximos años. En Seguridad pasa lo mismo: por un lado, los delitos, menores o mayores, crecen de manera preocupante; mientras, al mismo tiempo, se exhibe un sistema de cámaras de seguridad y monitoreo que parece plantado en un set de grabación de las series televisivas tipo CSI. Las dos realidades conviven, y depende de quién sea el que observa es el diagnóstico optimista o pesimista que se hace.

Así, como se expresa al principio de este artículo, conviene la rigurosidad y la objetividad en el análisis, para lo que, inexorablemente, hay que ir a los hechos. La Neuquén presente es contrastante, compleja, pero, ciertamente, no puede analizarse desde el futuro. A no ser que se quiera imaginar el paraíso, empecinadamente, mientras alrededor fluye, incesante, el fuego del infierno.

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