Neuquén, el Estado, y el nuevo liderazgo

2 septiembre, 2023
Neuquén, el Estado, y el nuevo liderazgo

Rolando Figueroa, es bastante evidente, pretende llegar a la fecha de asunción para su mandato, el 10 de diciembre de este año, con un liderazgo político afirmado no solo en un resultado electoral, sino en la construcción posterior, en un proceso que combina el deterioro objetivo y tal vez inevitable del MPN, con el encumbramiento de la figura del gobernador electo, como referente visible y destacado de una coalición que no existiría de no haberla provocado con sus actitudes, decisiones y acciones estratégicas.

Es probable, así, que en diciembre comience una etapa de enfática renovación política en Neuquén. Al menos, esa es la expectativa. Es una renovación que no persigue el propósito de hacerse sobre el cadáver de los adversarios, sino con los adversarios, vivitos y más o menos coleando.

Durante la semana, el promocionado encuentro en Casa de Gobierno entre el actual mandatario, Omar Gutiérrez, el futuro, Figueroa, y el intendente de la capital neuquina y principal hombre en pie del MPN, Mariano Gaido, puede y tal vez debe leerse en este contexto de construcción y próximo gobierno; una etapa en la que el MPN aspira a no desaparecer de manera fulgurante y contraria a su trayectoria de seis décadas en el poder, tanto como quiere emerger la nueva coalición que ha conseguido, hasta ahora, unir en la acción a liberales con populistas, desde el PRO y la UCR hasta el peronismo, con la amalgama de la raíz emepenista y el objetivo sintetizado en la consigna “Neuquinizate”, apropiadamente regada por el gas y el petróleo de Vaca Muerta.

Desde la década del 60 hasta avanzados los 80 del siglo pasado, el MPN fue una mixtura del bipartidismo existente. Felipe Sapag siempre fue la versión más social demócrata, con buenas relaciones con el radicalismo, mientras Elías Sapag fue el emblema del peronismo, muchas veces más peronista que los propios afiliados al PJ. Las dos caras, encarnadas por los hermanos fundadores, convivieron y alternaron buenas y malas, y, también, peleas, como la que facilitó el acceso al poder de ese “accidente” emepenista que fue Jorge Sobisch, hijo de otro fundador peronista (y militar) del partido provincial, Carlos Sobisch, quien, a diferencia de la mayoría, cumplió la palabra empeñada en 1961, y retornó al peronismo de origen.

Lo que sucede ahora en Neuquén no es más que una continuidad de esos vaivenes históricos, convenientemente decorada por la crónica incertidumbre argentina, ahora profundizada por la insatisfacción aguda del colectivo social. El contexto también juega, y mucho: Figueroa solo podrá construir en la amplitud de la diversidad, para sumar mucha masa crítica, al menos al comienzo; y meter en la espiral evolutiva de sus propias acciones, con mucha paciencia, los cambios que se necesitan, entre los que hay que contar, necesariamente, una (tal vez gradual) transformación del Estado.

El Estado, su rol, ha sido nuevamente impuesto en la agenda política nacional. Es curioso, porque, así como en la década del ’90 del siglo pasado Carlos Menem reformó el Estado sin que ese tema hubiera estado en la agenda previa a su gobierno, y consiguió así solucionar parcialmente problemas urgentes y casi terminales; ahora, quien gobierne, posiblemente deberá volver a reformular ese Estado, no ya por propia y original imposición, sino porque la cuestión sí está en la agenda, y, de hecho, ha potenciado con el voto mayoritario de las primarias a dos opciones para contener esa demanda, la de Javier Milei, y la de Patricia Bullrich.

Así como está en la agenda nacional, que se definirá en octubre, o en noviembre si hay segunda vuelta, la cuestión del Estado, ese lugar emblematizado por la fotografía de estos tres políticos a la que hacíamos referencia en el principio de esta editorial, también está instalada en la agenda neuquina, y casi por las mismas razones: corrupción, ineficacia, gasto abultado, encapsulamiento de una burocracia que parece paralela e intocable con las necesidades populares. No se trata, en la percepción general, de cuestionar la existencia del Estado, sino esa inexistencia culposa y gastadora. El Estado está en agenda no por una concepción anarquista que lo niegue, sino por una notable muestra de racionalidad popular, que ha llegado a la conclusión que está manteniendo a vagos y mal entretenidos con sus bolsillos flacos y agotados; y que quiere poner fin a esa ordalía de gasto público distinguida por nombres pomposos, largos hasta la exasperación, de oficinas que raramente provocan soluciones más allá de sus muros tapizados con el dinero de los contribuyentes.

Así, la foto de Gutiérrez, Gaido y Figueroa, muestra a la vez un nuevo liderazgo, y cómo contendrá, esa novedad, tanto a lo que había como a lo que no estaba contenido. Si el propósito se cumple, o no, será un tema a tratar posteriormente, cuando se vea y se sienta en acción al próximo gobierno, y puedan comenzar a hacerse los balances pertinentes.

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