Es difícil evitar el conflicto; se busca, al menos, atenuarlo

13 febrero, 2021
Es difícil evitar el conflicto; se busca, al menos, atenuarlo
alberto fernandez-cristina storioni
alberto fernandez-cristina storioni

Pocas horas después de terminado el encuentro entre los sindicalistas de ATEN y los representantes del gobierno neuquino -pasó a un cuarto intermedio hasta el miércoles 17- se escucharon dos palabras que pretenden ser la clave de lo que podrá suceder ese día, definitorio para los salarios de los maestros. Las palabras en cuestión, “prudencia” y “responsabilidad”, fueron pronunciadas por el jefe del Gabinete, Sebastián González, y sirven perfectamente para encuadrar el contexto en el que se desarrolla una negociación fundamental, no solo porque involucrará los fondos públicos, sino porque, tal vez esencialmente, abrirá las puertas de las escuelas, que estuvieron vergonzosamente cerradas durante un año entero.

González fue el portavoz de una posición del gobierno que busca conseguir masa crítica favorable a lo que ya le han dicho a Marcelo Guagliardo y compañía los ministros Guillermo Pons, Vanina Merlo y Cristina Storioni, en reiteradas oportunidades, juntos o por separado: el 2020 cerró con un déficit en las cuentas públicas de 15 mil millones de pesos; y el Tesoro de la provincia todavía está lejos de recuperarse del impacto económico que combinó la pandemia de coronavirus con la debacle petrolera, para reducir los ingresos de la provincia de una manera drástica, peligrosa, alarmante.

El miércoles no sucederá ningún milagro: el gobierno hará su oferta salarial después de un año con inflación que superó el 35 por ciento, con un deterioro de los salarios superior a ese porcentaje, porque se debe incluir además la devaluación del peso, la pérdida del poder adquisitivo relativo. Esa oferta del gobierno, sea cual sea, impactará en la interna del sindicato ATEN, y volverá a poner a prueba la conducción de Guagliardo. La izquierda del sindicato, variopinta pero coincidente, tiene dos conductas ya definidas: no aceptar la propuesta del gobierno, repudiar cualquier intento de hacerla aprobar en las asambleas; y rechazar cualquier enjuague político que deje la sospecha de una alineación gremial con el kirchnerismo gobernante.

La conducción del gremio docente quiere llegar a un acuerdo. Si la oferta no tiene el rango mínimo para pelearlo en las asambleas, procurará igualmente garantizar la vuelta a clases presenciales, aunque sea con conflicto. Es decir, que intentará evitar huelgas de tiempo indefinido que impidan abrir los establecimientos, para optar, en cambio, por medidas de fuerza más acotadas. Guagliardo sabe que debe cuidarse tanto de las picardías del gobierno como de las trampas de la interna de su propio sindicato. En esta posición, bastante explícita, coincide con el resto de la dirigencia estatal actual, embanderada mayoritariamente con el kirchnerismo: los gremialistas se plantean acuerdos -figuren estos o no en actas públicas- que apunten a cuidar la sostenibilidad de las arcas del Estado que les da de comer.

En el complejo entramado político de la coyuntura, el gobierno del MPN juega a la alianza con el gobierno de Alberto Fernández. El día de la reunión por los salarios docentes, Cristina Storioni se sacaba selfies con el presidente, en el encuentro del Consejo Federal de Educación. Allí se “reafirmó” la vuelta a clases con presencialidad “segura”. La llave que abre la puerta del fácil acuerdo con ese punto la proveyó la oposición al kirchnerismo, liderada por Juntos por el Cambio, al hacer de la vuelta a clases presenciales en todo el país, una bandera principal de su propia campaña política en el inicio de este año. Volver a clases, para el gobierno nacional y sus aliados circunstanciales, es muy importante no solo por lo que representa en sí mismo, sino para no entregar a la oposición una bandera sin haber siquiera empezado la batalla electoral del año.

Los gremios K están embretados en esta coyuntura, pegados a las definiciones de los mandamás partidarios. La izquierda encuentra allí, a la vez, el pasto fértil para comer gratis y alimentarse de esas vacilaciones. La ciudadanía, ajena a estas especulaciones febriles, sectoriales y extremadamente egoístas, no tiene vela en el entierro, y solo puede mascullar en la soledad del eterno aislamiento de la pandemia, mientras espera vacunas que no llegan y saca turnos de improbables asistencias sanitarias.

Rubén Boggi

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