Tres jugadas fulminantes del gobierno de Gutiérrez

4 julio, 2020
Tres jugadas fulminantes del gobierno de Gutiérrez
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En menos de 24 horas, el gobierno de Omar Gutiérrez hizo tres jugadas que lo ubicaron en el centro de la escena, para bien o para mal. En medio de la dura pandemia y las incómodas restricciones, cambió la cúpula del SIEN, el sistema de emergencias, despidiendo del cargo a la médica Luciana Ortiz Luna, una referente importante; unas horas antes, había festejado un canje de letras por casi 5 millones, que permitieron postergar vencimientos y contar con mejor financiamiento de las emergencias coyunturales; y, por último, anunció la convocatoria a una amplia multisectorial para contribuir a diseñar las políticas que permitan una salida constructiva de la pandemia, con reactivación de la economía.

En la ensaladera de la opinión pública, estas tres noticias se combinan, pese a ser distintas; y, dentro de la cuarentena, han conseguido para beneficio del gobierno que se lo saque del incómodo casillero en donde solo se cuentan cifras: número de contagiados, de muertos; y disposiciones antipáticas, como las restricciones para circular, el uso obligatorio y también restrictivo del DNI, y otros padecimientos sociales obligados por la pandemia, la ausencia de vacuna por tiempo indeterminado, y lo poco que puede hacerse frente a un virus en estas circunstancias.

El tema Ortiz Luna significó para el gobierno una dualidad contrastante. Por un lado, provocó escozor, incluso dentro de la propia tropa emepenista; y una reacción fulminante de la oposición política, que levantó inmediatamente la pancarta que lleva grabado el “dice la verdad y por eso la echaron”. Por el otro, significó una muestra de autoridad que le ganó un respaldo mayor de la tropa más fiel, en la que revistan muchos de los más acérrimos enemigos de la médica despedida. Para entender lo sucedido, hay que saber que el sistema de Salud está atravesado, como nunca, por el estrés de la pandemia. La alta exigencia, combinada con falencias estructurales que se han ido acumulando a lo largo de los años, más las naturales diferencias políticas que puede haber en un sistema tan complejo, armaron un pandemónium, que encontró en Ortiz Luna una vocera despiadada.

Si tiene razón o no en las cosas que ha denunciado, es un aspecto del tema; el cómo llevó adelante sus argumentos y denuncias, es el otro. La política suele ser impiadosa con las formas, porque hacen al método, al funcionamiento (imperfecto) del sistema, en donde se juegan roles de conducción que, si dejan de ser efectivos, suelen descarrilar los vagones de cualquier gobierno. Algo de esto ha pasado. Se verá si el gobierno gana más de lo que tenía, o pierde algo de lo que ya había ganado.

Las dos noticias político-económicas fueron de tono claramente positivo. El canje de letras, una operación necesaria para no enfrentar el pago de vencimientos que hubieran acentuado la carencia de pesos del Tesoro provincial, terminó de despejar el panorama, y Gutiérrez pudo anunciar el pago del aguinaldo, que será en cuotas y no tendrá una mayor oposición, más allá de la obligada puesta en escena sindical al respecto. Y la convocatoria a una multisectorial -más allá del alambicado lenguaje utilizado- es una herramienta eficaz para meter a todo el mundo, a todo el que se pueda, en el mismo carro, y potenciar un discurso de recuperación, de reconstrucción, que será necesario, aquí y en el mundo, para avanzar después del derrumbe provocado por los mismos gobiernos, en función de la elección hecha, es decir, una cuarentena muy larga, una apuesta al aislamiento o directamente el confinamiento, una receta inexorable para la caída de la actividad económica.

Hay que decir también que todo esto se da en un contexto doble de expectativas. Porque la primera derivación del proceso imaginado de reconstrucción o reactivación, es política, y desemboca en elecciones, las de medio término. Efectivamente, el programa dice que en 2021 hay elecciones parlamentarias. En Neuquén, esa expectativa se vuelca sobre todo en el distrito capitalino. El MPN, con Mariano Gaido, ya tiene clara una cosa: quiere ganar esas elecciones de medio término. No son fáciles. Es más: el oficialismo anterior, el de Horacio Quiroga, que gobernó el distrito, con algunas diferencias durante cuatro años, en los últimos 20, perdió la mayoría de esas elecciones de medio término. Ahora, Gaido ya proyecta acciones hacia allí, como parte de una estrategia que no es personal, sino partidaria. Por eso, entre otras cosas, el MPN supo imponer un tema sacado de la galera, como fue el de la ordenanza “cajoneada”: es la punta de lanza de una ofensiva de cuestionamiento hacia el rol del oficialismo anterior, que ahora representa a la oposición, y tiene en cuenta, muy inteligentemente, el perfil que imprimió desembozadamente Quiroga, muy ejecutivo, poco afecto a dar relevancia al rol del Deliberante, es decir, el poder legislativo. De hecho, tuvo récord de vetos. También, según quiere demostrar el MPN ahora, de ordenanzas aprobadas y sancionadas que nunca se publicaron. Contaron más de 40, de 2016 a la fecha.

El MPN golpeó centralmente con el tema a quien asumió como concejal después de haber sido candidato a intendente, Marcelo Bermúdez. El concejal es, hasta ahora, quien más ha agitado el rol opositor. Las balas emepenistas buscan golpear bajo la línea de flotación de ese barco, por el lado de eventuales perjuicios institucionales y económicos provocados por lo que -se quiere demostrar- fue una sistemática política de gobierno (el anterior) del que Bermúdez formó parte consciente y relevante.

Así las cosas, lo que se hace hoy se aprovecha mañana. El MPN ya piensa en la próxima jugada. En medio de la pandemia, ha sacado la cabeza por encima del agua, oteado el horizonte, y enfocado ya, el objetivo.

Rubén Boggi

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