Tres días de violencia y una palabra vacía

17 diciembre, 2017
Tres días de violencia y una palabra vacía
puerta-casa de gobierno
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Los tres días de batalla entre ATE y sus amigos con la policía del gobierno de Omar Gutiérrez sólo han conseguido repudio. Para los dos que participaron, porque cuando hay conflicto, como en los matrimonios, es necesario que haya al menos dos, a no ser que estemos ante un caso de rara esquizofrenia social.

El conflicto, en Neuquén, refleja lo que a nivel nacional se concentra alrededor del Congreso, más en la calle que adentro. Un fin de año en donde se libra una pelea política entre el kirchnerismo y la izquierda, copando las calles estratégicamente como método de presión, y el gobierno de Macri aliado con la derecha, procurando llevar adelante su plan de gobierno, desde la mayoría institucional, que en Senadores consiguió fácilmente, y en Diputados no.

El conflicto solo necesita de un remedio: el que puede ofrecer la política. Esto la ciudadanía lo ve con extrema claridad: no se arregla con ataques violentos a las instituciones, ni con represión fácil y continuada a cargo de las fuerzas de seguridad. En Neuquén esto tuvo características tragicómicas: con un discurso de diálogo, hubo tres días de combate, y al final, terminaron cobijados bajo la cruz, comulgando en el altar de las mediaciones obispales.

¿Qué solución puede salir de la mediación del obispo Croxatto? Es dable esperar que ninguna. Parece más bien la excusa elegida por los contendientes para pasar de la irracionalidad a la negociación, de las acusaciones mutuas permanentes a esa palabra, ya vacía, “diálogo”.

El gobernador Omar Gutiérrez dijo este sábado, en declaraciones a la radio LU5, que después reprodujo la oficina de prensa gubernamental: “Vamos a concurrir el lunes, y estamos dispuestos a dialogar, como lo hemos hecho siempre, en una plaza, en la Casa de Gobierno, en el Obispado, donde sea. No hay problema de lugar o la oportunidad, las 24 horas, los 365 días y donde nos encontremos vamos a dialogar”. Uno puede preguntarse entonces qué fue lo que pasó el miércoles, el jueves y el viernes, donde el único diálogo fue el de las piedras de un lado, y el de los gases y las balas del otro.

Puede entenderse que hay cosas en las que el gobierno de Gutiérrez, aliado en la coyuntura con el de Mauricio Macri, no podrá ponerse de acuerdo con el sindicato ATE, que es la expresión en Neuquén más fuerte que tiene el kirchnerismo residual en su confluencia con la heterogénea izquierda vernácula. Pero, con las diferencias del caso, eso es histórico: ha sido así los últimos 30 años. Lo que importa es que el gobierno gobierne, y el sindicato sindicalice. Es decir, que cada uno cumpla su rol, y se termine esta fantasía en la que el “diálogo” es como una ensalada variopinta, adobada ahora por el aceite y el vinagre del clero.

En fin: de la situación de encerrona se saldrá, aplicando las vías de negociación, que es lo que se debería haber hecho antes. Así, la palabreja dejaría de usarse tanto en las pintadas de ATE y en los discursos del Gobernador, como un comodín semántico que sirve de aspirina pero no cura los males. Los males, como tales, en la provincia existen. Se observan en el deterioro de los hospitales y las escuelas. Los primeros terminan el año con falta de medicamentos, de médicos, de enfermeros, y en conflicto aun no cerrado; los segundos, con clases precarizadas y virtual fin de ciclo antes de tiempo.

Las escuelas y los hospitales son responsabilidad exclusiva del Estado. Si esos servicios fallan, es porque está fallando el Estado. Sería bueno asumir la culpa antes de arrojar culpas hacia los demás, incluso hacia quienes solo pretenden contar lo que pasa y opinar en consecuencia.

Mientras, es evidente que la coyuntura se refleja con fuerza en la interna del MPN. El paso que dio Gutiérrez tras viajar a Buenos Aires y participar de la negociación con el gobierno de Macri, para que la diputada Alma Chani Sapag, que no había dado quórum en la sesión anterior, se siente en su banca y apruebe la reforma previsional, es lógico y entendible en el contexto de la gestión, de Vaca Muerta, de los compromisos, y de una provincia tan endeudada que necesita sí o sí del respaldo nacional. Pero también es entendible que, en el MPN, potencie los sectores que pronostican que si esto sigue así, en el 2019 “perdemos la provincia”.

Hay expresiones concretas respecto de esta coyuntura. La más importante definición de posicionamiento crítico ha sido formulada por el senador nacional y dirigente del gremio petrolero, Guillermo Pereyra. No solo ha criticado al gobierno, sino que le ha señalado que está como encapsulado, sin convocatoria al diálogo, y que está fallando tanto en Salud como en Educación. Pereyra comienza a trabajar en la interna propiamente dicha en febrero, con la Lista Azul y Blanca. También irá ganando protagonismo Jorge Sobisch con la lista Blanca: lógicamente, su posición es fuertemente crítica tanto hacia el gobierno de Gutiérrez como hacia el gobierno de Macri. Dentro de la lista Azul, donde pretende postularse a la reelección el actual gobernador, también hay diferencias. En concreto, Rolando Figueroa ha reafirmado que sigue siendo azul, aunque ya se sabe que no acallará sus discrepancias, sino todo lo contrario. Y hay más. Por ejemplo, Luis Manganaro, quien sigue recorriendo localidades y planificando acciones políticas, también con un severo sesgo crítico hacia el actual estatus quo.

El más cómodo en las actuales circunstancias es Horacio Quiroga. Con un diploma que premia su administración municipal bajo el brazo, el intendente capitalino se apresta a comenzar un 2018 con fuerte protagonismo de Cambiemos. Este sábado se dio a conocer un directo respaldo a la reforma previsional que tiene media sanción en el Senado, tanto como el repudio al accionar violento que impidió que se sesionara la semana pasada. Quiroga mira, satisfecho, cómo le explota al MPN una bomba que, insiste el Intendente, el propio partido provincial armó.

Rubén Boggi

 

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