Neuquén piensa en el acelerador, mientras le pisan el freno

30 julio, 2016
Neuquén piensa en el acelerador, mientras le pisan el freno
bruno-gaido
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A medio camino entre la incertidumbre y la certeza, el gobierno de Neuquén tiene tantas razones para la preocupación como para el optimismo. La interpretación acerca de qué característica elegir en la coyuntura como prioridad para el accionar inmediato corre por cuenta del equipo que lidera Omar Gutiérrez, y será trascendente para saber cómo termina este año: si mejor, con el gasto controlado y mejora en los recursos, o si peor, sumergido en el desenfreno de la presión corporativa, el peor enemigo dentro de la burocracia estatal que marca la singularidad neuquina.

En la negociación salarial con los estatales sobrevuela el fantasma de lo que la política prometió y la realidad socio-económica frenó. El gobierno de Mauricio Macri prometió, y firmó después, un incremento en el precio del gas para que promediara los 5 dólares el millón de BTU. Aquella promesa se iba a aplicar enseguida, en febrero de este año; después se pasó para marzo, para abril. A su conjuro se acordó el primer tramo de la negociación salarial estatal del año. Ahora, ya pisando agosto, volvió a esfumarse. Según reconoció el propio ministro de Economía, Norberto Bruno, el precio que se le está pagando a Neuquén (y a las productoras) volvió a niveles de marzo, en un promedio máximo de 3 dólares el millón de BTU.

Esta es la consecuencia de la concreción del incremento tarifario. Los precios no cierran sino cumplen todo el recorrido, incluido el trazado hacia el consumidor residencial. Si bien una cosa es el precio que se aplica en boca de pozo, y otra la política tarifaria, no se sostiene un precio alto del gas (el Estado no puede hacerlo) si no se recupera al final del caño. Sería lo mismo que mantener alto (como se ha hecho) el precio del petróleo, sin aumentar al mismo tiempo el precio del litro de nafta.

Pero así como los argentinos soportan tener un precio de la nafta de los más caros del mundo en una coyuntura de petróleo barato, no están dispuestos de la misma manera para ver el tema del gas. La Justicia, en este punto, obró acuciada más que por la fría ley, por el descontento social, unido a la inercia anidada en su seno de las influencias del gobierno anterior. Así, pisando los primeros días de agosto, el gas sigue con la misma tarifa; las transportadoras y distribuidoras entraron otra vez en colapso, y no le pagan a las productoras; y las productoras vuelven a frenar las inversiones para sacar más gas de las entrañas de la tierra argentina. Es, sin duda, más allá de la confianza en que se revertirá la situación por imperio de la constancia política, el factor de preocupación más importante no solo para el gobierno nacional, sino, muy particularmente, para el neuquino.

Ese freno en la expectativa de mayores ingresos, que no alcanzará a equilibrar la firma para efectivizar el aumento anual de 3 puntos en la coparticipación federal, que está planificado que firme Gutiérrez y el resto de los gobernadores con el gobierno nacional esta semana, es el argumento de mayor peso para que el gobierno neuquino morigere el gasto salarial, ya decididamente en un nivel tan alto como grave para las finanzas públicas: se estima en 72 por ciento del presupuesto, unos 22 mil millones de pesos al año, incluyendo la proyección de lo que se le ha ofrecido a los gremios (promedio de 10,5 por ciento, pero a través de una suma fija para el escalafón general) en las negociaciones de la semana que terminó.

En el plato optimista de la balanza sigue estando la inminencia de Chihuido I. Esta vez, no solo es esperanza y vaticinios, sino un convenio concreto, firmado con el Bank of Development de Rusia, en Moscú, por los negociadores argentinos y los financistas rusos, que establece claramente que esa entidad financiera adscripta al gobierno de Vladimir Putin se compromete a financiar el 85 por ciento de la represa y obras accesorias sobre el río Neuquén, con un total de 1.862 millones de dólares. Gutiérrez esperaba esta noticia, que llegó el viernes por la tarde, y ahora hay más seguridad para dar el último paso, que es firmar el contrato con las empresas adjudicadas, por lo que la estimación se mantiene en firme: podría comenzar la construcción antes del fin de este año.

¿Qué significa Chihuido I? En términos de importancia política y económica, la obra más importante del año, tanto para el gobierno de Macri como para el de Gutiérrez. En términos prácticos, un espectacular aumento de la oferta de mano de obra en la provincia: unos 5.000 puestos de trabajo, directos e indirectos, que se sostendrán no menos de cinco años. Para cualquier gobernante de provincia, esto es sacarse la lotería. Para Gutiérrez puede implicar no solo lo que implica el logro en sí mismo (una consecuencia de muchos años de perseverancia desde Neuquén), sino también el primer ladrillo puesto en la pared de su propia construcción política.

Este es el contexto, combinado entre lo bueno y lo malo, en el que se desarrolla la negociación salarial en el Estado. Si bien la concepción estatal ubica en la anatomía neuquina al sector como el ombligo del resto del cuerpo, está claro que se exagera, se sobredimensiona y se teatraliza su impacto real. Digamos que Carlos Quintriqueo no es Fidel Castro entrando en La Habana hundiendo al dictador Batista e inaugurando la revolución en la Isla, por lo que la promesa de “sitiar” la provincia podrá, cuanto mucho, generar alguna consecuencia mediática. No mucho más.

Recuérdese aquella larga huelga docente durante el último gobierno de Felipe Sapag, con un bloqueo en los puentes carreteros que duró más de un mes. Cuando actuó Gendarmería y desalojó ese acto presuntamente heroico, con la facilidad con que se barre una miguita de pan en el piso, no quedó más que el recuerdo folklórico del asunto, pues el gremio (ATEN) no consiguió el aumento salarial que pretendía, y su mayor conquista fue que no le descontaran a los huelguistas los días caídos.

Ahora es otra la coyuntura, muchas cosas han cambiado, y entre esas cosas que cambian, la sociedad madura y pone sus límites. No parece haber lugar para la desmesura sectorial, en medio de reclamos populares más profundos y plurales. Todo indica que, más temprano o más tarde, lo único que quedará será la lógica: una negociación que ubique racionalmente un nivel salarial digno ante la evolución de la inflación. Se verá, tal vez esta semana, si esto se consigue acordando primero cuál es la inflación consensuada, y si se corrige de una vez, o con alguna cláusula que posibilite una revisión constante según se vayan dando las mediciones.

Rubén Boggi

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