2019-01-28

El triunfo de los vencidos

(Especial Mitología en Alpargatas, por Jorge Gorostiza) Revelaciones de la Guerra de Troya. ¿Cuál fue la traición de Casandra? ¿Cómo se vengó Apolo? ¿Qué significa escupir en la boca de otra persona? Pasen y lean, es gratis.



Príamo y Hécuba, reyes de Troya, tuvieron la friolera de diecinueve vástagos, algunos de ellos bastante conocidos, tal el caso de Paris y Héctor, héroes del sitio a su ciudad. Otros, como Deífobo y Troilo, tuvieron menos prensa, mal que le pese a Pichuco. Hubo, también, una pareja de mellizos, Heleno y Casandra, y de ella nos ocuparemos hoy.

Los susodichos reyes de Troya organizaron una milonga pa’ celebrar el cumpleaños de los melli. Eran tiempos aquellos en que no había peloteros, de modo que la farra se celebró en el templo de Apolo sito en las afueras de la ciudadela. La fiesta estuvo tan animada y tan bien regada que, al regresar al palacio, los señores padres se olvidaron a las criaturas cumpleañeras. (Conténtese con estos hechos si usted aún macera reproches como hijo o hija, o no se considera un ejemplo de padre o de madre).

A la mañana siguiente, advertidos de su negligencia, corrieron Príamo y Hécuba hasta el templo a buscar a los niños y lo que encontraron fue escalofriante: un par de enormes serpientes lamían los órganos de los sentidos de los hijos dormidos. Los viejos pusieron el grito en el cielo y los reptiles pies en polvorosa, sin embargo, al despertar a los hermanitos, pudieron ver que ambos estaban perfectamente bien, aunque un poco baboseados en ojos, orejas y labios.

Por ser el templo de Apolo el escenario de estos hechos, los ancianos troyanos creyeron ver en el episodio de las culebras una suerte de purificación de los sentidos de ambos niños, algo así como una reinstalación del sistema operativo que les aseguró línea directa con el dios mismo.

Efectivamente, creció Casandra en contacto asiduo con Apolo y era tanta la belleza de la joven que el dios, enamorado de ella, le ofreció un intercambio de favores. Apolo le enseñaría los secretos del futuro si, a cambio, ella accedía a entregarse a él. Casandra estuvo de acuerdo con el trueque y recibió de Apolo el don profético, pero, cuando llegó la hora de recibir el resto, la muchacha rehusó cumplir con su parte del trato, dejando a Apolo bañado pero sin visita.

El dios, que podría haberla fulminado al instante, hizo algo acaso curioso, o asqueroso, pero que marcaría para siempre la vida de Casandra: le escupió la boca para retirarle, no el don de la profecía, sino el de la persuasión. La venganza de Apolo fue estudiadamente cruel. Casandra conocería perfectamente los hechos por venir pero nadie, nunca, en ningún lugar, haría caso a sus advertencias.

Así, cuando Paris regresó a Troya muchos años después de haber sido abandonado por su padre, fue Casandra quien advirtió que ese bello joven (hermano suyo) iba a traer la desgracia a la ciudad. Luego, cuando Paris raptó a la bellísima Helena, Casandra profetizó que tal secuestro desencadenaría una guerra de diez años. Finalmente, cuando los griegos, simulando abandonar el sitio, dejaron el célebre caballo de madera a las puertas de Troya, Casandra se opuso con todas sus fuerzas señalando inútilmente que el equino estaba preñado de guerreros enemigos.

No la escucharon los troyanos, y celebraron en grande la falsa victoria que creían haber alcanzado. Habrá sido larga, muy larga esa noche para Casandra. No habrá descansado ni un instante sabiendo que la desgracia era inminente para Troya y para ella misma. La historia es bien conocida: cuando los últimos ecos de los festejos locales se acallaron por completo, una compuerta secreta se abrió en las verijas del caballo y desde allí se desprendieron los comandos griegos. En silencio, redujeron a los pocos guardias que custodiaban el acceso a la ciudad y abrieron la fortificación para que ingrese el ejército griego.

El saqueo de Troya, como siempre sucede, fue brutal, despiadado. Sabiendo la suerte que le esperaba, Casandra enfrentó su destino en el templo de Atenea. Allí quiso violarla Áyax, y por poco lo logra, pero Casandra se sujetó con tal fuerza a la estatua de la diosa que, en su afán por voltear a la joven, el atacante por poco voltea a la diosa y a punto estuvo de ser asesinado él por hereje.

Casandra fue entregada como un objeto más del botín a Agamenón, quien se enamoró perdidamente de la joven virgen. Ella también lo amó y tuvieron dos hijos gemelos, pero no paz. Casandra le advirtió que de regreso a Micenas, Clitemnestra, la legítima esposa de Agamenón, los mataría a ambos. Por supuesto, él no le creyó y los dos murieron asesinados por Clitemnestra y su amante Egisto. Cae el telón.

Casandra vivió y murió en la suya. Pudo haberse salvado sola, abandonado Troya una vez ingresado el fatídico caballo. Sin embargo, eligió el destino de los suyos, la suerte de los vencidos. Es posible que Priscila Ottón, cual Casandra, esté dispuesta a desafiar a los dioses e incluso tenga la verdad en sus labios. El 10 de marzo sabremos cuántos la escucharon y le creyeron. Demasiadas veces cuenta más la confianza en el mensajero que la verdad del mensaje.

En  cualquier caso, saludemos con música su candidatura por Nueva Izquierda: Bienvenida Casandra, por Sui Géneris, el Triunfo de los vencidos por Alfredo Zitarrosa, y Aguas de marzo por Casandra Wilson.


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