La bajeza de la política argentina es impresionante
Una penosa imagen está dando el Congreso Nacional. Con gente sentada en las veredas de su ingreso, con cacerolas, en protesta. Con diputados que exigen sesionar de manera “presencial”. Con otros que dicen que no, que lo que hay que hacer es prolongar un mes las sesiones virtuales, por Internet.
Desde Neuquén viajaron, haciendo todo el circo mediático posible, los diputados de Juntos por el Cambio. David Schlereth y Francisco Sánchez. La diputada del MPN, Alma Sapag, propone que el reglamento acepte las sesiones “mixtas”, es decir, un poco presencial, otro poco no. Los legisladores oficialistas -no está Darío Martínez, y todavía no asumió Guillermo Carnagui, quien será el reemplazante del actual secretario de Energía- esperan la orden de arriba, y, mientras tanto, se mantienen firmes en la virtualidad.
Haciendo abstracción de la coyuntura, teñida centralmente por el proyecto de reforma judicial, la situación es incomprensible. La noticia del Congreso es que no sesiona por un desacuerdo ante una situación sanitaria. Es un ejemplo desastroso para un país que está sufriendo la peor fase de la pandemia de coronavirus. Con récord de contagios y muertes.
No sesionar, con los recaudos del caso, es directamente traicionar la representación ciudadana que se les ha otorgado, por voto, a los legisladores. Si ellos no sesionan, nosotros, los ciudadanos, no tenemos arte ni parte en decisiones que el Estado se dispone a tomar.
Una situación sanitaria no debería modificar las instituciones democráticas y republicanas. Especialmente, la más importante de estas instituciones, la institución parlamentaria. La que representa directamente a los ciudadanos, y se ocupa de hacer las leyes para garantizar una buena convivencia.
Una situación sanitaria no debería provocar este circo de baja estofa, de poca monta, de desgraciada evidencia de lo bajeza en que ha caído la política argentina.
Rubén Boggi
