¿Ahora, quién podrá defendernos?

12 noviembre, 2018
¿Ahora, quién podrá defendernos?
mitología
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(Especial mitología en alpargatas, por Jorge Gorostiza) Dicen que Hefesto, dios del fuego, era fulero. Tanto que, ni bien nació, su mamá lo revoleó fuera del Olimpo. La dulce madre era Hera, consorte de Zeus y soberana de los cielos. El niño sobrevivió de milagro porque cayó de sabiola en el mar donde lo socorrieron las diosas Tetis y Eurínome, quienes se apiadaron de su aspecto lamentable.

 

Niño deja ya de joder con la pelota

Eran otros tiempos, no había Cartoon Network, ni Mc Donalds, ni porquerías por el estilo para entretener a los chicos. Además vivían debajo del agua así que Hefesto no podía salir a jugar al fóbal o a matar pajaritos, de modo que, para distraer al niño, las diosas le regalaron una pequeña fragua y unas cuantas herramientas como para armar una modesta herrería.

 

Pequeño emprendedor

Se preguntará usted cómo hizo Hefesto para encender la fragua bajo el agua. Bueno, no tengo ni idea, pero Hefesto era entre los dioses el equivalente a Dédalo entre los humanos: el más ingenioso de los inventores, y también el más porfiado, capaz de lograr todo lo que se proponía. Así, con habilidad y templanza, forjó el purrete las más bellas joyas que, como no podía ser de otra manera, regalaba a sus madres postizas, Tetis y Eurínome.

 

¡Qué lo parió!

Cuando el mocoso tenía 9 años, fabricó un estupendo prendedor que Tetis lució en el Olimpo. Admirada por no decir envidiosa ante tal alhaja, Hera arrinconó a Tetis para que le dijese quien había fabricado aquella pequeña obra de arte. Tetis, que conocía el paño, intentó zafar con evasivas pero finalmente tuvo que confesar que el artesano era el propio niño feo que Hera había revoleado ni bien lo parió.

 

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa

Como un tango al revés, la madre corrió a pedirle perdón al hijo: yo era joven, no sabía lo que hacía, me arrepiento, te quise siempre, sos lo más importante para mí, la casa no es la misma si no estás y otras cursilerías por el estilo. Ta’ bien, dijo Hefesto, vos andá yendo que enseguida te alcanzo. Nii bien se fue Hera, el niño se puso a fabricar un magnífico trono de oro con un secreto artilugio que aprisionaba a quien se sentara en él.

 

Cría cuervos

Llegó Hefesto al Olimpo portando el trono: Tomá viejita, es para vos. Hera, bizca ante tamaño regalo voló a sentarse en él, y, ni bien apoyó el tujes, quedó prisionera de pies y manos. Hefesto, entonces, le dio un beso en la frente, saludó a los presentes y se mandó a mudar. Los demás dioses intentaron por todos los medios liberar a Hera pero no había caso: sólo su inventor conocía el secreto mecanismo.

 

Nos guste o no

El MPN parece atornillado al poder, como Hera al trono. Sus contendientes no le van en zaga. Quien más quien menos, nadie quiere dejarle su asiento al siguiente. Ni siquiera un supuesto contra-poder como el sindicalismo: sus representantes se eternizan en sus puestos más que un gobernador, que sólo puede aspirar a 8 años. Quien quiera cambiar esta realidad necesitará tanto ingenio y tenacidad como Hefesto. Se sabe, cambiar lo establecido no es moco ‘e pavo. Pero peor es encender fuego bajo el agua.

 

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