Se va Iniesta, se va el Rey

Domina la pelota, con esa gracia de jugar deslizándose como sobre imaginarios patines, la descarga en Messi, Lio la devuelve en cortada, la recibe con la naturalidad de un hombre tomando el te sentado a una mesa, hace un mínimo amague a la carrera, el arquero pasa de largo, golpea la pelota con su pie derecho con alas, y ella se mete en el arco, y es gol, de Iniesta, del gran caballero de la orden del fútbol español, un genio, un gentleman, un ídolo.

Sale de la cancha a pocos minutos de terminar el partido ganado por Barcelona sobre Sevilla por 5 a 0, la final de la copa del Rey, y lo ovacionan y lo reverencian, los hinchas del Barcelona, y también los del Sevilla. La ovación es de todo el estadio. Miles de personas que se ponen de acuerdo en una sola persona. Es el rey. Es Iniesta. Sale de la cancha, humilde, la cabeza un poco gacha, se sienta en la butaca del banco catalán, se toma la cabeza con las manos, mira la cámara con ojos lavados por las lágrimas.

Andrés Iniesta comenzó así a despedirse del Barcelona. Irá a China, que es el destino final de los grandes futbolistas antes del retiro. Lo hará pensando en el dinero, como todos. Y todos lo extrañaremos. Todos extrañaremos ese señorío deslizante, esa espiritualidad traducida en puntapiés.

Se va Iniesta, con la copa del Rey entre las manos. Él es el rey.