El precio del bife en Games of Thrones

23 agosto, 2014
El precio del bife en Games of Thrones
carne21
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Entrar a un supermercado es como protagonizar la serie Game Of Thrones: uno no sabe si saldrá vivo o muerto, o mutilado, o pudriéndose en una mazmorra, cuando termine el capítulo. La única diferencia es que el libro no lo escribe George R.R. Martin, sino un fulano llamado Axel Kicillof.

El viernes pasé por ese infierno de precios desatados. Compré dos bifes de chorizo, no muy gruesos, porque uno se olvida que está en una inflación galopante. Es más, hasta a veces uno no lo cree, en sintonía con el mensaje machacante de que pensar en inflaciones y otras yerbas es conspirar, y que entre patria y buitre, siempre hay que elegir patria, aunque los bifes nos sean negados.

Dos bifes: 65 pesos. Me fijé con horror y componiendo el rostro para que el carnicero no se cagara de risa, que el kilo estaba a 112 pesos. ¿Por qué no te fijás antes, tarado? Me dijo la conciencia, que es siempre retroactiva y por ende no sirve para nada. Nada, hay que seguir arrastrando el chango con optimismo, que la vida no empieza ni termina entre las góndolas de un supermercado.

Y da revancha. Ubiqué un vino, sirah, 33 pesos la botella, en oferta. Esto es impresionante, pensé. Una botella de vino, con vino adentro de verdad, de una buena bodega mendocina, cuesta tres veces menos que un kilo de carne. Es evidente que hay una conjura para destruirnos distraídamente. Con pocas proteínas y mucho alcohol con gusto a uvas mediterráneas, tendremos todos dentro de poco la capacidad intelectual no ya de un gorila, sino de un chimpancé, que es un poco más inteligente y simpático y menos amenazante.

El escuálido changuito, con apenas lo necesario para pasar el fin de semana, me costó 693 pesos a la salida del infierno. Pagué con la tarjeta de débito, que es menos cruel que poner un billete sobre otro,  pero igual tuve la sensación concreta que a este paso, no llegaría al final de la serie.

Debo ser uno de los personajes menores, de esos que aportan un interés efímero, y mueren a la primera de cambio, dejando un vago recuerdo que se esfuma durante el sueño y la noche, y al otro día ya no existe.

Antonio Vagnozzi

 

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