Desesperada carta a una vaca

8 marzo, 2013
Desesperada carta a una vaca

[caption id="attachment_18125" align="alignleft" width="235"]En Azul se hace la Fiesta de la Vaca, con asados con cuero. Acá, no tenemos un huesito para roer (foto Juan Carlos Mingarro). En Azul se hace la Fiesta de la Vaca, con asados con cuero. Acá, no tenemos un huesito para roer (foto Juan Carlos Mingarro).[/caption]

Amada vaca, querido novillo: les escribo esta carta sumido en la contradicción de querer masticarlos al mismo tiempo que expresarles mi amor.

Cuando llegué a Neuquén, en 1986, no había carne con hueso más que de vez en cuando, por contrabando o por ser carne más dura que el garrón de un anciano. Al rato, me enteré que era por la barrera sanitaria, un artefacto que en mis pagos no se conocía, pero que en la Patagonia decide qué podemos comer y cómo tenemos que cuidar la madre naturaleza.

Después, las cosas cambiaron, y llegó el asadito como en cualquiera otra parte de la patria; y después volvió a cambiar. Y desde entonces, los argentinos que vivimos de este lado del río Colorado estamos embretados en una singular cruzada patriótica: hacernos cargo de que el país crezca a costa de nuestras costumbres gastronómicas.

Amada vaca, querido novillo, yo no soy un periodista económico, sino más vale tirando a político. Ya me acostumbré a prever lo que los políticos hacen o dejan de hacer, según la conveniencia del momento. Ustedes, rumiando pasturas o granos, seguramente serán más felices, aun a costa de su destino de matadero.

Quisiera expresarles, no obstante la delgada comprensión de vuestros cerebros –eso, al menos, pensamos los humanos- que sigo sin entender por qué se instalan prohibiciones fronterizas en nuestra patria, si el resultado es exactamente el contrario al que se dice perseguir.

Ustedes, que supieron adornar mi plato de loza o de madera con refinadas costillas de delicada cocción al fuego lento, deben saber que nuestros humanos economistas-políticos instalan la barrera sanitaria para beneficiar la exportación de carne, a través de la mejora del estatus sanitario de nuestro endeble país.

Sin embargo, por más que busco y rebusco, no encuentro más datos que estos:


  • Hay una caída de 70% de exportación de carne vacuna en los últimos cuatro años, con además la destrucción del 20% del stock vacuno.

  • Entre enero y noviembre de 2012 las exportaciones cayeron un 25,9% interanual a 110.443 toneladas.

  • Un informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos pronostica que Argentina se ubicará en el décimo puesto entre los exportadores de carne este año, por debajo del tercer lugar que ocupaba en 2005.

  • Aseguran que el país venderá 180.000 toneladas al exterior, frente a las 2,2 millones de toneladas de India, el mayor exportador del mundo (donde ustedes, amada vaca, querido novillo, son sagrados); y que Uruguay, que tiene una superficie 15 veces menor que la de Argentina, exportará 375.000 toneladas de carne vacuna, mientras que Paraguay venderá 225.000 toneladas. Es decir: ¡Más que nosotros!

  • Dicen también que si los criadores hubiesen podido mantener su stock ganadero y sus ratios de exportación sin los controles del gobierno, la Argentina habría ganado 4.100 millones de dólares con los envíos de carne de vuestros apetitosos cuerpos al exterior en 2012, en lugar de los 1.100 millones que ganó.


Amada vaca, querido novillo, lamento que sean víctimas de nuestras erráticas políticas nacionales, que la mayoría sigue como el burro sigue a la zanahoria. Sé que ustedes preferirían morir por una causa justa, y no al cohete, como sucede en estos atribulados días.

Sin más, los saluda atentamente

Rubén Boggi

 

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