La mayor crueldad es la ignorancia

30 noviembre, 2012
La mayor crueldad es la ignorancia

[caption id="attachment_15248" align="alignleft" width="149"] Noemí Navarrete (foto gentileza).[/caption]

Mi amiga Silvia me envía una información, y fue como si abriera una ventana hacia el patio de mi casa, un patio que de repente había cambiado, y en lugar de malvones y geranios, tenía ahora un montón de gente que me miraba con urgencia.

No reclamaban, no protestaban, no encendían cubiertas ni hicieron un piquete. Simplemente miraban fijamente. Miraban con la ingenuidad de quien hasta hacía unos minutos no existía.

Es lo que produce generalmente la ignorancia. Cuando uno no conoce una situación, es como si esa situación no existiera. Casi siempre descubrimos que lo nuestro es una ilusión, un recorte, una limitación. Porque la situación, esa y otros millones, miles de millones, infinitos millones, existe, incluso a pesar de nosotros.

Simplemente, desconocemos lo que no vemos, y con ello, negamos la realidad.

La información de Silvia tenía el propósito de comunicar que un grupo de personas, que deben conectarse regularmente a una máquina de diálisis para poder vivir, irían de vacaciones, por dos días, a Villa La Angostura, en el contexto de un convenio con el ISSN.

Y me dio unos teléfonos. Entre ellos, el de Noemí Navarrete.

Noemí es la presidente de ARDER, que es la asociación que representa a los enfermos renales en Neuquén.

El enfermo renal que tiene que hacer diálisis es una persona que vive atada a una máquina. Esa máquina es un riñón artificial: reemplaza su función. La persona debe conectarse a esa máquina cada dos días, como mínimo. Y estar conectada a través de tubos que se meten en sus venas no menos de 4 ó 5 horas. Así, siempre. Por lo menos hasta tener la suerte de poder ser trasplantada, poder recibir un riñón sano.

Hablé con Noemí Navarrete. Ella es una mujer muy tranquila, muy clara. Me explicó que viajar es sumamente importante para los pacientes que hacen diálisis. Que es la posibilidad de independizarse de la máquina aunque sea por dos días.

“Esto es un relax, de esta manera nos demostramos que podemos estar un par de días sin la máquina y disfrutar”, me dijo Noemí. Y me contó que mucha gente tiene miedo de moverse, de ir a un lugar que queda un poco lejos, porque sabe que si no llega a la máquina que lo sostiene a tiempo, puede morir.

Me dijo que solo en Neuquén hay unos 650 enfermos renales que se hacen diálisis.

Entonces le pregunté qué incidencia tienen en esa cantidad la posibilidad de trasplantes, teniendo en cuenta que el problema se resuelve cambiando el órgano que no funciona.

Me dijo que muy poca. Que esta población de 650 personas, que vive conectada a una máquina cada dos días durante cuatro ó cinco horas, no tiene posibilidad de tener un donante vivo. Y que los donantes cadavéricos siguen ausentes. Me dio un número de ejemplo: en un año, solo 9 trasplantes de riñón en Neuquén.

Que está muy bien la difusión que se le ha dado con los casos que han salido por TV de donantes vivos, amigas que donaron un riñón para otra amiga, pero que la realidad es un poco más dura, más amarga, más difícil.

“Por eso es tan importante tomar conciencia” de lo que implica donar órganos, me dice, y es que como si yo, que escuché eso tantas veces, recién tomara conciencia real de lo que implicaba.

“Van a ser dos días muy intensos, y también visitaremos Bariloche. Estamos muy contentos, y agradecidos al ISSN”, me dice Noemí.

Yo miraba por la ventana nueva que había abierto la información de Silvia, y veía los malvones y geranios, y todas esas personas se quedaron a vivir en mi patio, y ahora los veo todos los días, y siento que los quiero, que los quiero mucho, y que su padecimiento es también el mío, y que si hacemos un poco, solo un poquito, los podremos ayudar.

Rubén Boggi

Te puede interesar
Últimas noticias