La opulencia de las camionetas y el mensaje a la sociedad

La opulencia de las camionetas y el mensaje a la sociedad

Onerosas y preciadas, las camionetas constituyen una de las manifestaciones de la opulencia, más allá de la gran utilidad que tienen en los complicados caminos del interior provincial, tan faltos de mantenimiento a lo largo de los últimos años.

En el Estado provincial neuquino, las camionetas han sido todo un tema. Se sabe que un gobernador pegó el grito en cielo cuando vio el convoy de Hilux y Ranger que ingresaron a un pueblito, en el que saludó, ensayó su discurso y se fue (con su comitiva) tras haber dejado austeras donaciones. Acaso una guitarra y un par de pelotas de vóley, para la escuela de esos vecinos que vieron cómo las 4x4 se alejaban en medio de la polvareda.

Las camionetas estacionadas en fila en la puerta de la sede comunal llevaron a aquel mandatario a ordenar decoro. No obstante, la cuestión no cambió. Y la actitud de ciertos funcionarios, tampoco. De hecho, los mismos rodados fueron vistos en inmediaciones de aquellos predios en los que se realizaron actos partidarios.

El tiempo pasó y el asunto ese del uso y abuso de las camionetas se mantuvo prácticamente inalterable. En los últimos años se pudo ver cómo funcionarios de segunda línea recorrían varios kilómetros para llegar a los aniversarios de pequeñas localidades, sin otra compañía que la del chofer. Además de los asientos vacíos, eso implicaba gastos innecesarios de combustible. Compartir el viaje hubiera implicado reducir la cantidad de vehículos, pero no se hizo. O quizás no siempre se hizo; vaya a saberse si alguna vez se hizo.

En fin, Rolando Figueroa tomó debida nota de todo aquel descalabro y una de las primeras medidas que adoptó en lo poco que lleva de gobierno (apenas tres semanas) fue darle de baja al alquiler de las camionetas cuya utilidad no se pudo justificar. Los auditores le habían dicho que hubo funcionarios que hicieron un uso personal de los vehículos del Estado (los llevaban a sus viviendas), los usaban para ir a sus oficinas y disponían de ellos los fines de semana. El gobernador cortó por lo sano y dejó sólo aquellos que son indispensables para el funcionamiento de los distintos organismos. Se verá, luego, quienes eran los que les alquilaban camionetas al Estado y quienes estaban detrás. Algo es seguro: quien compraba una camioneta y se la alquilaba a la provincia, hacia realidad aquello de “no problem, total se paga sola”.

Está claro que, por sí solas, estas restricciones no representan la solución a todos los males. Pero sí implican la eliminación de privilegios y la erradicación de gastos innecesarios. Las camionetas tienen un simbolismo importante, porque son tangibles. Se ven. Como se veían estacionadas, unas detrás de otras, en aquellos actos públicos. El control de su uso, hace a la austeridad bien entendida.

La decisión del gobernador, tuvo su correlato en las acciones de la vicegobernadora, Gloria Ruiz, quien había puesto el ojo en los vehículos de la Legislatura, antes de asumir. En una visita se dijo sorprendida por la cantidad de rodados que estaban al servicio de los diputados.

Ruiz se quedará con lo mínimo e indispensable y devolverá el resto. Terminará con los abusos y borrará de un plumazo los gastos innecesarios que detectó (sin esfuerzo) en los procederes de la gestión anterior. Había, según se indicó, unas cincuenta camionetas, muchas de ellas de alta gama; muchas a cargo, incluso, de asesores. Ruiz también constató que hubo quienes les dieron un uso personal a esos vehículos y tomó su decisión luego de una reunión que mantuvo con Figueroa.

Tal como sucede en el Ejecutivo provincial neuquino, los habitantes de la planta política legislativa ya no dispondrán a gusto y piacere de esas costosas 4x4 doble cabina. Es probable que algunos de los vehículos propios sean cedidos a Policía, para reforzar las tareas de prevención y acción contra el delito, otro de los puntos flacos de la gestión que se fue.

En el mismo sentido procedió el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, quien convirtió en patrulleros a dos de las camionetas que eran utilizadas por la custodia de su antecesora, Arabela Carreras. Tiene lógica. Tiene sentido común, pero no siempre es el más común de los sentidos.

El asunto de las camionetas no debería interpetrarse como un hecho aislado, sino como parte de un conjunto de acciones. Y constituye, además, un mensaje claro y contundente, que pone a esta nueva camada de funcionarios mucho más cerca de los ciudadanos de a pie.

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