Merecido correctivo a México (¡Con las Malvinas no!)

Merecido correctivo a México (¡Con las Malvinas no!)

El primer tiempo fue amarrete, como preparado para no arriesgar (y es altamente probable que el DT lo haya preferido inconfesablemente así), pero en el segundo la Selección Argentina (2) imprimió al acelerador y México (0) encendió el freezer. Lo merecía Messi (destinatario, otrora, de tanta ingratitud), lo merecía Sacaloni que tuvo la valentía de ponerles una estampilla a los que no estaban en su plenitud y mandarlos de regreso; pero quienes más lo merecían (con el perdón del exabrupto), eran los blasfemos mexicanos que les cantaron “en las Malvinas se habla inglés” a los compatriotas que andan por allá, por Medio Oriente.

Hay mucha herida abierta, muchachos; así que “¡Con las Malvinas no!”, ni en Qatar ni en cualquier otro lugar del globo.  Es por eso que, ahora, aquellos que fueron sede de dos campeonatos del mundo (1970 y 1986) y no ganaron ninguno, deberían pedir disculpas (al menos por sus redes) y agradecer que quedaron en la historia como los habitantes de la tierra en la que el Diego inmortalizó la jugada de todos los tiempos. No son protagonistas de esa gloria, pero sí testigos privilegiados. En fin, vaya el reproche para los blasfemos (no para todo México, claro).

¿Por qué fue tan distinto el primer tiempo del segundo? Quizá porque se tomaron todos los recaudos (y más) para no sumarle un contratiempo a la desdicha que se arrastraba desde la sorpresa con Arabia. De entrada, la selección jugó ordenada, pero aburrió; sin construcción de jugadas colectivas que valgan la pena repasar, ni destellos de sus individualidades.

Pero en la segunda etapa, Messi y los suyos desplegaron su potencial y ganaron la primera de las finales (ahora quedan cinco), por lo que siguen rumbo a su objetivo. México, en cambio, ya perdió el suyo: fueron a Qatar con toda la intención de ganarle al seleccionado que, tal como quedó demostrado este sábado, los tiene de hijos (los más entusiastas dirán de nietos).

En fin, nada de lo que viene es sencillo, pero la Argentina tiene con qué y ahora es momento de festejo y desahogo. Luego vendrán los análisis, algunos concienzudos y otros quizá no tanto (pero todos entretenidos, porque en definitiva no es más que un juego y hay que tomarlo como tal).

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