La parábola de Chevron y otras menudencias de la política

9 abril, 2022
La parábola de Chevron y otras menudencias de la política
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Una elegante e impiadosa parábola une aquella concesión que inauguró Vaca Muerta, la otorgada a Chevrón con YPF, en 2013, con lo que ahora ha sucedido, este sábado: una nueva concesión a la petrolera estadounidense, esta vez del yacimiento El Tapial, en donde la firma asegura que invertirá 65 millones de dólares.
Hace 9 años, ese contrato significó agrias denuncias, violentas protestas, y la promesa de que el fracking extranjero destruiría la nacionalidad criolla. Nada que ver con lo que sucede ahora, en un país que increíblemente probó ser capaz de caer aún más profundo, e intentar resurgir después, con remozada ideología acomodada a las circunstancias.
En 2013 gobernaba Jorge Sapag la provincia, Cristina Kirchner el país, y Miguel Galuccio la recién re-estatizada YPF. Una ola de indignación ante el pacto con el imperio que presuntamente significaba mal alquilar nuestro precioso territorio se lanzó por izquierda y por derecha. Entonces, el MPN defendió con entusiasmo la inversión, y el tiempo le dio la razón plenamente, a tal punto que ahora, con el nuevo contrato que acaba de firmar Omar Gutiérrez, muchos de los que entonces se oponían no solo no lo harán esta vez, sino que estarán, alegremente, buscando sumarse al proyecto de renovación político-gubernamental vitalicio que se apresta a lanzar el partido provincial de aquí a las elecciones generales del año próximo.
La parábola ilustra sobre la realidad argentina: no hay posiciones firmes e irreductibles, sino una flexibilidad apabullante. Las ideologías políticas son cuerpos de medusas, invertebrados, que toman la forma del continente coyuntural que ocupan. La política argentina es líquida, tiene, como la película aquella, la forma del agua.
Los elogios a la nueva inversión conseguida lloverán inexorable y previsiblemente, en medio de una carencia de inversiones siniestra, que acompaña una inflación descontrolada y un deterioro social pronunciado, que puede medirse, preferentemente, en las escuelas. Al tiempo, se está en etapa de renovación política, y es aquí donde se robustece la teoría de la concentración inevitable: sin partidos políticos institucionalmente sólidos, las movidas se arman dentro del esquema del sector que ocupa la centralidad del poder. En Neuquén, el MPN. A nivel nacional, el peronismo.
Hay un correlato en este fenómeno de la coyuntura argentina, entre lo que sucede a nivel nacional y neuquino. El peronismo va a la competencia alimentando su propia interna, feroz y jugada sobre el filo de una cimitarra, con el fin de ser al mismo tiempo oficialismo y oposición. Lo mismo hace el MPN: importa su interna, y los aliados que se sumen alrededor de las inversiones que el petróleo y el gas pueden seguir promoviendo. El MPN será oficialismo y oposición al mismo tiempo; y los que jueguen por afuera de ese tablero, correrán el riesgo de representar a las minorías.
El proceso político es contemporáneo a la realidad económica; en Neuquén, esa realidad es promisoria y a la vez preocupante. Todo lo bueno (en dólares) que está por debajo de la tierra, puede sufrir el freno impuesto por lo malo, es decir, lo que está arriba, o, mejor dicho, lo que no está sobre la superficie, y hace falta.
A Vaca Muerta solo puede frenarla la carencia de infraestructura, o, lo que es lo mismo, lo que demorará construir la infraestructura que necesita, para formar la ola de crecimiento que derramaría, en beneficios, toda su potencia sobre una anhelante, necesitada, y urgida, masa de votantes insatisfechos.
Rubén Boggi

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