Cristina presidenta: ¿un plan, una fantasía, una certeza?

14 septiembre, 2021
Cristina presidenta: ¿un plan, una fantasía, una certeza?
alberto y cristina
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Este martes, a 48 horas de las elecciones PASO que el kirchnerismo perdió, Andrés “Cuervo” Larroque, destacado en La Cámpora, ministro de Axel Kicillof, le reclamó directamente al presidente Alberto Fernández cambios en el gabinete nacional. “Todos somos prescindibles”, dijo, tal vez refiriéndose a él mismo, aunque, se sabe, desde los fogones de Cristina Fernández se les apunta a Martín Guzmán y a Santiago Cafiero. Nadie lo ha dicho abiertamente, pero hay una presunción, ciertamente inquietante: que esta ofensiva temprana, obedezca a un plan que recién se pone en marcha; un plan para que Cristina asuma la presidencia del país, a más tardar, en el verano del año próximo.

El presunto plan se comenta en los ámbitos políticos con esa certeza que tradicionalmente se les atribuye a las elucubraciones. Hay una costumbre afianzada en la política argentina, según la cual no es necesario que haya certezas para que algo se convierta en cierto. En concreto, no hay una sola prueba sobre el presunto plan destituidor contra Alberto Fernández; y, sin embargo, se habla de eso, y se apunta a diciembre como el mes bisagra, después de las elecciones del 14 de noviembre, y tras la asunción de los nuevos diputados y senadores.

Estas horas, ciertamente, han hecho recordar otras épocas, iguales o peores en cuanto a convulsiones se refiere, del peronismo. En la década del ’70, a aquel año 1974 que vio madurar el descontento de la “juventud maravillosa” con Perón, el abandono de la plaza tras los improperios del viejo líder, aquel cantito que expresó “qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”, que finalmente derivó en el pase a la clandestinidad de Montoneros, y el comienzo de la debacle que contó con una dramática sucesión: la muerte de Perón, la asunción de Isabel Martínez, el apogeo y final de López Rega, y el golpe de Estado que no solo derrocó un gobierno, sino que instaló una dictadura, la más feroz, la última, con aquel trío de Videla, Massera y Agosti comandando la masacre ejemplificante.

Ahora, en 2021, el golpismo cívico militar parece definitivamente improbable, pero esta certeza no elimina la posibilidad de que la política se las arregle para otro tipo de golpes. Ya sucedió después de la crisis del gobierno de Fernando de la Rúa, a principios de este siglo: no se rompió la sucesión institucional tras la renuncia del presidente, pero pasó de todo, hasta que finalmente, después de varios presidentes efímeros, asumiera la titularidad provisional del Ejecutivo Eduardo Duhalde. No hace tanto tiempo de esto, y la fragilidad institucional argentina sigue vigente. Ahora, con un gobierno “peronista”, que sufre una guerra intestina con apariencias crueles y urgentes.

En este contexto circula esta versión, dando cuenta de la presuntamente inexorable asunción en el mando de la verdadera jefa de la criatura. “Es necesario. Es lo que hay que hacer”, se dice, entre dientes. Cristina Fernández, mientras tanto, maquina estrategias con su círculo estrecho. Solo ha mostrado gestos amargos, de profundo reproche. La perspectiva probable de perder el control del Senado inquieta a ese sector clave de la política argentina. “Si hay que correrlo a Alberto… si es necesario… si no queda más remedio…”. En fin: todo es posible cuando se pierde esa seguridad que solo dan los votos.

Rubén Boggi

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