El video del abuelo

2 diciembre, 2020
El video del abuelo
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Se viraliza un video. Para cualquier mortal medio que vive en este mundo actual es muy importante: lograr que algo de su autoría se vuelva masivo, que lo vean todos. Es la manera de decir “¡Acá estoy yo! ¡Conózcanme! ¡Esto lo hice yo!”. No importa el contenido. Puede ser lo más tierno, lo más triste y también lo más brutal del mundo. El objetivo es que se viralice, que corra lo más rápido posible, que sea un éxito.

Este miércoles se multiplicó en las redes sociales uno increíble, de esos que nadie imaginaría ver jamás. Un joven oriundo de Lamarque le pide plata al abuelo para comprar vino. El viejito no le quiere dar y el tipo le da una paliza tremenda.

Es un hecho espantoso por el que luego intervendrá la Policía. El violento quedará preso. El viejito, cargado de dolor: en el cuerpo y –seguramente- en el alma.

Lo llamativo es que mientras el tipo –con antecedentes de alcoholismo y violencia- le pega trompadas y patadas al abuelo, que ya está rendido en el piso del patio de su casa y sin posibilidades de hacer nada más que cubrirse la cabeza con las manos, hay alguien que filma la faena. Atina a decir: “¡Eh… Dejalo chabón!”. Nada más que eso. En el video aparece la voz de otra persona. “Está sangrando”, dice, como si fuera el comentario de una pelea de boxeo. Son los amigos del atacante que lo habían acompañado a pedir plata y ante la proximidad de la tragedia, ahora le sugieren que lo deje, pero sin demasiado énfasis.

El agresor finalmente para, más por cansancio que por ganas o pedidos. El abuelo se arrastra para tratar de ingresar a su casa, pero la golpiza sigue unos minutos. Terminará con una brutal patada contra el cuerpo desarmado que ya no aguanta más. Última toma. Final espectacular.

Es obvio que el video se viralizó. Fue un éxito para quien mantuvo firme el celular registrando todo lo que ocurría desde principio al fin y buscaba esos minutos de gloria tan cotizados en tiempos de redes e internet.

Pero fue también el resumen de una película de terror en tiempo real, sin actores ni guiones. Un film destinado a un público decadente y expectante que reclamará más historias de este tipo, aunque el contenido de estas creaciones endurezcan el corazón, banalicen el espanto y hagan que la vida no tenga sentido. Ni siquiera un poquito.

Mario Cippitelli

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