Lealtad y góndolas vacías

Ya no hay cuarentena: un aluvión de gente salió a la calle este sábado. Los supermercados están llenos, de gente, y flacos, ausentes, de mercadería. Falta esa marca de yerba que siempre llevás. Ese arroz que estás acostumbrado a consumir. ¿Por qué las góndolas tienen vacíos que parecen imposibles de llenar? Una situación nerviosa se expande entre los clientes. Por detrás de las mascarillas, se adivina un rictus de preocupación anticipado.

“Esto ya lo ví”, me dice una mujer canosa, apoyada en su bastón. “Hay desabastecimiento porque se viene una devaluación”, me asegura, con la certeza de una ministra de Economía. Tiene el changuito lleno hasta el tope. “Más vale asegurar. Va a pasar lo que ya pasó en Venezuela”, me dice, con evidentes ganas de hablar, desde los dos metros de distancia y voz apagada por la tela del barbijo.

La cola está llena de viejos. Es que tienen prioridad. Entre las 9 y las 10 de la mañana el supermercado parece una sucursal del PAMI. Ahí se cosecha sabiduría popular, y mucha, mucha resignación. ¿Pandemia? No, no es por eso. Es porque se ve el país resquebrajarse, como ya se ha resquebrajado antes.

Justo hoy, pienso, esta evidencia. Justo hoy, el Día de la Lealtad. La recurrencia a aquel ’45 inaugural. ¡Cuántas cosas han pasado! ¡Cuánta agua ha corrido debajo del puente de los arcos sobre el río Neuquén! ¡Y qué poco hemos aprendido!

Darío Vagnozzi