Crece la rebelión contra el autoritarismo y la mediocridad

29 mayo, 2020
Crece la rebelión contra el autoritarismo y la mediocridad
rebelión
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Una pandemia, la primera del siglo XXI, como es la del coronavirus, todavía vigente, ha provocado una convulsión social, económica y política, global, igualmente inédita. Muchos gobiernos del planeta empezaron a evidenciar rasgos autoritarios, atropellos de los derechos civiles, a las libertades individuales. En la experiencia, también comenzó a surgir una rebelión imparable, sin cauce político definido, pero evidente en su fuerza: la de la protesta civil.

No es una casualidad que en Estados Unidos haya habido un rebrote del racismo, en medio de la pandemia. Tampoco que su Presidente comience a reforzar sus acciones fóbicas contra la libertad de expresión y de pensamiento. La protesta social funcionó como un espejo. A mayor atropello, mayor expresión de convulsión callejera. Contra la policía. Contra el gobierno. Es un conflicto que está en las raíces de la democracia: el límite para la tentación permanente del Estado de reglamentar, controlar, conducir, la vida de las personas.

En Argentina, los arrebatos presuntamente pasionales de la política se meten de lleno en el contexto. La protesta también crece, porque el Estado acrecienta su rigor entrometido. Las voces dispares y por ahora dispersas dentro del oficialismo gobernante advierten. Un actor, o cómico, o figura mediática, o político, avisa que hay que dejarse de remilgos y hacer lo que hay que hacer ahora, ya. En concreto, establecer un régimen que impida que haya molestias en el camino de mejorarle la vida a la gente. Muchos oficialistas entienden a los opositores como una molestia, algo que hay que barrer para limpiar la vereda.

Los gobiernos aumentan el control sobre los ciudadanos, pero al mismo tiempo, cada vez hacen menos y hablan más. Se asiste a un momento frustrante de la política. Los gobernantes hacen diagnósticos, pero no dan soluciones. En lugar de anunciar acciones concretas que modifiquen la realidad, hablan de la realidad como si fueran iluminados ellos, y la ciudadanía, un hato de extraviados que necesitan la linterna del acomodador. El Presidente, sin ir más lejos, ha dicho este viernes que “hay millones de argentinos que sufren, y no podemos hacernos los distraídos”. ¿Es una revelación? ¡Cuánto mejor sería que diera el anuncio de alguna acción concreta para que algunos, por lo menos, de quienes están incluidos en esos millones que sufren, pasara a no sufrir, o sufrir un poco menos!

En este contexto, como en Estados Unidos, como en España, como en Francia, se levanta la protesta. La protesta, acertada o equivocada, siempre es como una llamarada de libertad que se enciende entre la gente. No hay que enamorarse de la protesta, porque implicaría vivir siempre en insatisfacción, en desventaja constante. Sí hay que aprender a respetarla. Porque cuando surge, es que algo está mal. Algo hay que revisar, o reformular, o atender.

La historia está llena de ejemplos. Solo hay que detenerse un poco a pensar, a ubicar la vida de cada uno en el contexto de libertad que es necesaria.

Rubén Boggi

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