La señora quiso vacunarse, pero la burocracia se lo impidió

La señora, mayor
de 65 años (población en riesgo), se vistió como para salir del encierro de la
cuarentena, se maquilló convenientemente, y
salió de su casa, después de 10 días de no hacerlo, con el simple, puro, y
tranquilo, objetivo de vacunarse contra la gripe, en el centro de Salud del
barrio Villa María, de la capital neuquina.

Llegó al centro
de Salud, vio que había varias personas afuera del Centro, y cuando se aproximó, le salió al paso una señorita, que le espetó, con
respeto y a la vez firmeza:

-No, señora. Hoy
ya no vacunamos más-

La señora,
contrariada, planteó su disconformidad. Preguntó cuál era la razón, y porqué, además,
ella, que había llamado toda la mañana por teléfono sin que nadie le
contestara, había tenido que salir y llegar para enterarse que no le iban a poner la vacuna antigripal, prevista
especialmente para los mayores de 65 años.

-Lo siento,
señora. Son órdenes del ministerio. Mañana puede ir a vacunarse a la sede la
comisión vecinal del barrio. Allí la van a atender-

Lo dijo, con
calma, pero con cara de preguntar ¿qué
parte no entendés? La señorita, a la señora, que la miraba, a su vez, con
cara de pocos amigos.

Ante la muralla
infranqueable, la señora volvió a su casa, rumiando
acerca de la incomprensión, la poca lógica, y de cómo, fácilmente, se puede
entrar a la desesperanza de la mano de la burocracia neuquina.

Se planteó dos
cosas: 1) Si un lugar de atención tiene teléfono, debería estar habilitado para
extender turnos de vacunación. 2) en lugar de eso, el teléfono no es atendido.
3) hay que repensar la medida de dejar a la gente afuera en todos lados. Si hay
un lugar lo suficientemente grande, deben ingresar con el cuidado
correspondiente. Como pasa, sin ir más lejos, en los colectivos.

A veces, o
siempre, el sentido común y la burocracia colisionan entre sí. Como la burocracia es el vehículo más
grande, siempre gana.

Rubén Boggi