El niño que voló a la muerte mientras violaban a su madre

21 febrero, 2020
El niño que voló a la muerte mientras violaban a su madre
violacion y muerte
violacion y muerte

¿Por qué tanta
maldad? Tituló, con tipografía de catástrofe, el diario La Opinión Austral, de
Santa Cruz. La noticia publicada impactó, inmediatamente, a nivel nacional: una mujer había sido violada, en un agreste
acantilado de Puerto Deseado. Y su hijo, de cuatro años, arrojado desde esa
cima frente al mar interminable, y muerto.

Dos personas
fueron los autores del hecho que conmociona, y que provocó que este viernes,
por la tarde, se planificara una marcha ciudadana en Puerto Deseado. El testimonio lo dio la mujer violada, a
quien dejaron tirada creyendo que había muerto.
La habían golpeado, con esa
intención, varias veces en la cabeza con una piedra. Pero la mujer sobrevivió. Y pudo dar su testimonio.

La mujer, 45
años, había viajado desde Salta con su hijo más pequeño, de cuatro años, a
visitar a su hijo mayor, que está en el Ejército y cumple servicios en el Regimiento de Caballería de Tanques 9.
Durante la tarde del jueves, después de almorzar, decidió salir a caminar con
el pequeño por la playa de un lugar que no conocía.

Allí, mientras
caminaban frente a ese mar patagónico de apariencia infinita, fueron atacados por los dos hombres. Se
resistió ella, mientras su hijo lloraba, atrapado por uno de los sujetos. Habrá sentido la inutilidad de la pelea
frente a los babeantes rostros que solo podían augurar violencia
. El que
sujetaba a su hijo le advirtió que lo mataría si se resistía. Y así, los llevaron a la zona de
acantilados.

Entre las
piedras, sacaron los cordones a las zapatillas del pequeño y le ataron las
manos a ella. Uno de ellos fue explícito: quedate
quieta porque si no matamos a tu hijo
, le dijo. Le arrancó la ropa y empezó a violarla. El hijo seguía llorando, y
cambió de manos cuando el primer violador terminó su barbarie. El segundo acometió contra el cuerpo
castigado
. Ella solo miraba al pequeño llorar a los gritos, balbucear
cuando le tapaban la boca. De a ratos perdía el conocimiento, y pronto se dio cuenta que no habría piedad,
y comenzó a luchar de nuevo, hasta que una piedra que le pareció gigantesca se
abalanzó sobre sus ojos y todo se volvió negro.

Cuando recuperó
la conciencia, los dos hombres y su hijo no estaban. El pequeño fue encontrado después, en el fondo del acantilado, ya
muerto, ya desecho, ya quebrado para siempre.

Después, vino el
momento de la actuación judicial, que caratuló el hecho como “abuso sexual,
lesiones y homicidio”. Las calificaciones judiciales nunca reflejan el tamaño de la maldad humana, la magnitud del
sufrimiento, la condena inapelable a un futuro ya sin felicidad ni esperanza.

Los culpables
seguían libres, arrastraban su miserable vida en algún escondite. La vida siempre es miserable cuando no hay
nada que importe.

Rubén Boggi

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