Verdades, luces y sombras detrás del coronavirus

28 enero, 2020
Verdades, luces y sombras detrás del coronavirus
virus
virus

Carolina Vespasiano - (Agencia
CTyS-UNLaM) –
Que el virus provenía
de las serpientes. Que, finalmente, no era así. Que en realidad lo más probable
es que provenga de murciélagos. Que todavía no hay certeza pero que ya se están
desarrollando vacunas… Desde que el brote de coronavirus fue mundialmente
reconocido, miles de titulares afirmaron, refutaron y continúan aportando
información sobre el patógeno, a la par de cada paper que sale sobre el tema.

Lo
único seguro es que, al día de hoy, hay 107 muertes y más de 4000 casos
confirmados del virus oriundo de Wuhan, en China, que tiene a esa y a otras 12
ciudades pobladas por millones de personas en cuarentena.

En
cuestión de dos semanas, el virus –que produce afecciones respiratorias y
neumonía- traspasó la frontera China y ya se encuentra en Japón, Australia,
Corea del Sur, Singapur, Tailandia, Taiwán, Vietnam, Malasia, Nepal, Camboya,
Sri Lanka, Francia, Alemania, Estados Unidos y Canadá.

Según
la OMS, la información que necesariamente debe circular es aquella que apunta a
la prevención. En otras palabras, qué deben hacer concretamente las personas y
las instituciones gubernamentales de salud para evitar y disminuir la
probabilidad de contagio.

En
diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, la directora del Laboratorio de Virus
Emergentes (LVE) del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada (IMBA-UNQ),
Sandra Goñi, explica las características de esta epidemia y pone la lupa sobre
las causas medioambientales. “Este brote nos va a servir mucho para
aprender cómo manejar la información”, adelanta.

Infodemia

Apenas se dio a conocer el caso del
nuevo virus, la comunidad científica comenzó a estudiar su genoma para
encontrar, en primer lugar, su procedencia y sus características básicas. A
contramano de otras épocas, esa búsqueda –progresiva, con aciertos y errores
como todo proceso- trascendió minuto a minuto en los medios públicos, generando
abundante información que, sin un contexto adecuado, muchas veces resulta
contradictoria. 

Al día de hoy, por ejemplo, si bien
todo parece indicar que su reservorio -el animal que sirve de huésped al virus-
es el murciélago, esto todavía no se confirmó, y eso dio lugar a que todas las
investigaciones previas, necesarias para acumular evidencia e ir descartando
opciones, fueran publicadas mediáticamente, en algunos casos, como la “verdad”.

Para Goñi, la sobreoferta de datos
es una muestra de los tiempos que corren: “La información explotó en términos
de horas, y eso habla del acceso que tenemos a la tecnología. Hay todo un
debate del ambiente científico que antes se daba tras bambalinas, pero que
ahora podemos ver directamente como espectadores, muchas veces sin el contexto
adecuado para poder interpretar este escenario”.

“El brote epidémico –explica- es
muy incipiente, por eso todavía falta información.  El hecho de tener el virus aislado en el
laboratorio y hacer ensayos in vitro
permite evaluar su comportamiento, pero este conocimiento no posibilita la
predicción de cómo se puede llegar a diseminar en la población ni qué tan grave
puede ser su patogenia. Lo que sí se puede es proyectar qué cambios puede
haber, pero eso lleva tiempo”.

En este sentido, el flujo de
noticias con hallazgos parciales, en una instancia tan primaria de la
investigación, pierde sentido y puede prestar a confusiones. En otro ejemplo,
una de las características del coronavirus que se difundió es que “muta muy
rápidamente”. ¿Qué quiere decir esto?

Según Goñi, el virus cambia tan
rápido “como cualquier otro que tenga ácido ribonucleico (ARN) como genoma”.
“Cuando los virus multiplican ese ARN –agrega- lo hacen con errores, por eso se
dice que ‘mutan’, ya que no tienen la capacidad de corregir esos errores, los
cuales no necesariamente se traducen en un cambio en su capacidad de
patogenia”. Una vez más, se difundió información que, en lugar de aclarar,
oscureció.

Frente a este panorama, la experta
indica que lo importante es difundir y atender a las recomendaciones de la OMS,
que son las mismas que se aplicaron cuando ocurrió la gripe H1N1, y que cada
persona pueda conocer qué se puede hacer para prevenir el contagio: toser en el
pliegue del codo, higienizarse las manos con frecuencia y buscar atención
médica en caso de presentar síntomas compatibles a los de un cuadro respiratorio
agudo.

Para aquellos que se dirijan a la
ciudad de Wuhan u otras zonas afectadas, se aconseja evitar: el contacto con
personas que presenten síntomas compatibles con cuadros respiratorios agudos,
asistir a lugares con presencia de animales de granja o salvajes, vivos o
muertos, e ingerir alimentos crudos, en especial, los cárnicos.

“Después, cuando la información
científica sea concreta, ahí sí se puede divulgar y comunicar porque todos
tenemos derecho a conocer que es lo que está pasando. Los científicos nos
tenemos que hacer cargo de pulir el conocimiento para transformarlo en
información que sea trasmitida lo mejor posible”, afirma.

La información que falta

Según la investigadora, algo que se
desprende de este tipo de epidemias pero que socialmente no se cuestiona son
las causas, el motivo por el cual un
virus pasa de su especie huésped a otra, emergiendo una enfermedad en su nuevo
destino. La respuesta es: las formas en las que nos relacionamos con el
ambiente.

“En una ciudad como Wuhan, que
tiene un mercado enorme de productos de mar, convergen en un mismo espacio
animales que naturalmente no estarían de forma cercana. Así, están generando un
contexto en el que este intercambio de virus es una posibilidad”, ejemplifica
la experta.

El hecho de transformar
abruptamente un ecosistema, como ocurre con los desmontes de bosques, modifica
la ecología de ese lugar y eso no solo repercute en el clima –con más sequías o
inundaciones- sino en el comportamiento de las especies que, para sobrevivir,
se trasladan a otros hábitats, con otras especies y otras dinámicas.

“Las especies que se trasladan
–desarrolla Goñi- se someten a un nuevo ambiente donde tienen contacto con
otros animales, y sus patógenos también lo hacen. Cada ser vivo tiene un cúmulo
de agentes infecciosos con los que pueden convivir toda su vida sin que los
afecten, pero que, al entrar en contacto con otro ser vivo, sí lo pueden
enfermar”.

Uno de los temas de estudio de Goñi
tiene que ver el virus Junín, un patógeno que ocasiona la fiebre hemorrágica
argentina y que tiene como principal hospedador al ratón maicero. Como su
nombre lo indica, el ratón come maíz y, cuanto más alimento tenga disponible,
más se va a reproducir.

“Cuando explotó el cultivo de maíz
en la Argentina, en la cuenca agrícola del centro de la provincia de Buenos
Aires, los ratones maiceros empezaron a reproducirse mucho y comenzaron a
entrar en contacto con los hogares. Ellos vivían con ese virus y no tenían
problema, no estaban enfermos, pero sí enfermaron a los humanos, que a través
del ‘salto de especie’ se transformaron en hospedadores secundarios”.

Este caso, como otros, da cuenta de
que el corrimiento de los límites naturales, la transformación de hábitats y la
depredación de ambientes pueden dar por resultado este tipo de brotes. En ese
sentido, la experta insta a considerar estos brotes como una demanda más a
sumar en las luchas por el cuidado del medio ambiente.

“El mayor cuestionamiento que nos
tenemos que hacer como sociedades es cómo estamos viviendo en nuestro planeta.
Cuando hablamos del agujero en la capa de ozono, del calentamiento global,
también tenemos que agregar la emergencia de enfermedades, porque no es que
‘los virus nos atacan’, nosotros estamos avasallando cada vez más límites por
nuestras formas de vivir”, concluye.

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