La única revolución posible en Neuquén, entre la vaca viva y la vaca muerta

19 enero, 2020
La única revolución posible en Neuquén, entre la vaca viva y la vaca muerta
gutierrez-vacas
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Es el primer mes del año 2020. Un año con reminiscencias
políticas históricas, porque recuerda inevitablemente a aquel “plan 2020”, que
diseñara un equipo a cargo del arquitecto Ramón Martínez Guarino, durante el
último gobierno de Felipe Sapag
. Fue en 1997, cuando se atravesó una época
de seria carencia, con una notable reducción de los ingresos por gas y petróleo.
La declinación del recurso convencional había empezado, y todavía no asomaba Loma
de La Lata con el poderío gasífero que significó
. Neuquén, entonces, empezó
a hablar seriamente de las opciones económicas. Se reflotaron todas las ideas
de ampliar superficies bajo riego, resurgieron los proyectos de represas
(Chihuido), y la política comenzó a potenciar las opciones verdes. En ese
contexto, los estudiosos del MPN, sin embargo, hablaban para adentro de lo
difícil que sería enfrentar el gasto mayúsculo del Estado en sí mismo. Palabras
como “ajuste” eran parte del diccionario, sin que nadie se ruborizara
.

Y ahora es 2020. De aquel plan de Martínez Guarino algo se
ha hecho, poco. En el medio, se explotó a fondo Loma de la Lata y el gas tuvo
un reinado tremendo en la década del 2000. Pero fue corto, porque la política,
entre privatizaciones y estatizaciones, peleando siempre por lo superfluo,
agotó los yacimientos con una aceleración extractiva feroz y una
industrialización mínima, y se pasó de tener gas de sobra, a no volver a tener
lo suficiente para el mercado interno.
El gas se comenzó a importar, hasta
en barco, con precios escandalosos, que llegaron a rozar los 20 dólares el
millón de BTU. La producción de energía se transformó rápidamente en un serio
problema económico. En ese contexto, en 2007, Jorge Sapag, recién asumido,
empezó a hablar de las arenas compactas, del tight, del shale, del fracking.
Palabras en inglés que rápidamente se incorporaron al diccionario político
.
El nombre Vaca Muerta se hizo rápidamente popular. Eran tiempos, ya, de
Cristina Kirchner. El gobierno estatizó nuevamente YPF con una brutalidad
implacable, pero no para levantarla como otrora, sino para poder asociarla a
las grandes multinacionales.
La primera fue Chevron, ex Standard Oil, una
compañía que arrastraba todas las maldiciones del tercer mundo
anti-imperialista, las de Greenpeace, y las generales de todo el ecologismo,
incluido el ancestral de los pueblos originarios.

Ahora, repito, es 2020. Y queda cada vez más claro que si
los gobiernos neuquinos no desarrollan plenamente, integralmente, la economía,
poco quedará ya para una política que se ha tornado repetitiva hasta el
hartazgo, dueña de todas las frases y palabras comunes
, y que solo parece
renovarse cuando incorpora modas sociales que caen hacia América Latina por derrame
de las controversias humanas de países que económicamente ya se han desarrollado,
que son poderosos, y que tienen sociedades con un nivel de bienestar que
-todavía- a nosotros nos es desconocido.

Neuquén, como en el 1997 de Sapag-Martínez Guarino, enfrenta
la aparente confrontación entre modelos político-económicos que discuten sobre
las vacas vivas versus la vaca muerta.
Es, en realidad, un cotillón
semántico, pues, en la medida que la sociedad no se apropie (con chances para
hacerlo, por supuesto) de la noción de que es absolutamente imprescindible desarrollar
toda la economía, y no solamente una parte funcional al bienestar del súper
Estado, nada cambiará en la realidad más allá del lenguaje
. Porque, así como
la política “de género” no cambia en sí misma las costumbres sociales largamente
arraigadas, tampoco cambiará la política un sistema de producción
absolutamente dependiente de las actividades mineras extractivas, y que solo ha
desarrollado el potencial productivo del agua y la tierra de manera parcial,
acotada, y sin volumen suficiente como para generar opciones reales al gas y al
petróleo
, o por lo menos, complementarias de verdad para los hidrocarburos.

Podríamos decir que el desafío para Omar Gutiérrez (es consciente
de esto, el Gobernador) es alimentar a las vacas vivas, con la vaca muerta.
La ganadería, en Neuquén, necesita mayor volumen económico. Igual, la
agricultura, que va desde los cereales hasta la fruta fina. Esto, a su vez,
necesita de mayores superficies de riego, que son absolutamente posibles porque
agua hay, y mucha. El turismo, también necesita mayor volumen. Para eso, hay que
hacer una verdadera revolución, que deje, por ejemplo, de contemplar las
Termas del Copahue como un reducto burocrático del Estado, y las ponga en valor
de turismo internacional, a la altura de la importancia real que tienen sus fangos
curativos
. No se entendía el porqué en 1997, y tampoco se entiende ahora,
de que destinos turísticos potencialmente tan fuertes, queden reducidos a un
público escaso, una oferta misérrima, y una infraestructura propia del Homo Neanderthalensis.

Para entender cabalmente esto, y leer correctamente la
parábola 1997-2020, es necesario que la política se aplique con mucho empeño
a la construcción concreta, real, efectiva y rápida de una economía integral y
diversificada en Neuquén
, que posibilite márgenes de ganancias reales y
concretos, y el crecimiento de un empresariado progresista y neuquino que
deje de ser prebendario del Estado para transformarse en campeón de la
inversión de riesgo y la construcción de capitales genuinos.

El gobierno de Omar Gutiérrez, este gobierno de ahora, ya
tiene la posibilidad de hacerlo. Apenas se despeje la hojarasca política
alrededor de Vaca Muerta, y se entierre la mediocridad que intenta contraponer
lo convencional con lo no convencional, se liberará la energía suficiente para
avanzar en el cometido
. Es una oportunidad absolutamente impactante,
histórica, única, tremendamente potente.

Por supuesto, puede fracasar. La manera más rápida de
fracasar sería que, en lugar de que la sociedad haga suyo el desafío, se
fragmente en mil pedazos, una disparidad en la que cada uno reclame para sí el
beneficio, sin observar el bien común
. Puede suceder esto, porque en
Argentina siempre ha sucedido. Pero también puede suceder algo nuevo. Algo verdaderamente
revolucionario. Construir economía, construir razones de bienestar, es la única
revolución posible.

Rubén Boggi

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