La impúdica muerte de Fernando Báez Sosa

18 enero, 2020
La impúdica muerte de Fernando Báez Sosa
detenidos villa gesell
detenidos villa gesell

Fernando Báez Sosa, 19 años, llegó a Villa Gesell lleno de
vida y ganas de divertirse en vacaciones, pero, este sábado, su cuerpo
magullado yace sobre una fría mesa de mármol de la morgue de Pinamar, ya sin
diversión posible
. Murió de madrugada, en una calle céntrica de la villa
turística, a metros del mar, en medio del jolgorio de borrachos y trasnochados.
Lo mataron a patadas. Lo mataron sin ideología, sin argumentos, sin que
hubiera una guerra de por medio. Lo mataron porque sí, porque matar en estos
tiempos es cosa de todos los días. Lo mataron como si fuera un juego de Internet
.

A los matadores los fueron a buscar después. Estaban
durmiendo. La policía se los llevó, con el rostro tapado por remeras. Eran
10 los detenidos, todos jugadores de rugby, del Club Náutico Arsenal Zárate.

El Club difundió un comunicado, a poco de saberse lo ocurrido: "En
representación de todos los que integramos nuestro club, lamentamos lo acontecido
y repudiamos enérgica y contundentemente cualquier hecho de violencia
".
Gracias, muy amables. Pero Fernando sigue muerto, y volverá al lugar donde
nació en un ataúd, en una caja, y nunca más sonreirá, ni tendrá hijos, ni
verá amanecer cada día de los días que vengan
.

A Fernando Báez Sosa, a quien conocemos ya de muerto, lo
mataron allí donde siempre hay mucha gente. Las peleas, dicen, empezaron dentro
de un boliche, que se llama Le Brique. Los patovicas del comercio
sacaron a los peleadores a la calle. La policía intervino, y los dispersó. Pero
estaban empeñados en conseguir oler sangre
. Por alguna razón, habían
descendido a los ancestros primitivos, al hombre en cuatro patas. A
Fernando lo siguieron buscando, hasta que lo encontraron. Una patada en la
cabeza fue el golpe final. Quedó grabada en un video, pero no es un jueguito
más de estos violentos que miran nuestros niños. Es algo que realmente pasó. A
Fernando lo llevaron en ambulancia al hospital Illia de Villa Gesell, y a las
5,14 de este sábado fue ingresado, y poco después dado por muerto. Le pusieron
una etiqueta y lo mandaron a la morgue de Pinamar, para hacer la autopsia.

La muerte es un poco más muerte cuando es en vano y
temprana
. En Neuquén nos acordamos todavía de Javier Galar, quien
tenía 27 años cuando, el 17 de junio de 2006, de madrugada, fue atacado por un
grupo de energúmenos a trompadas y patadas, en la vereda de una de las
diagonales neuquinas, a metros de la calle Belgrano y de la Avenida Argentina. Javier
Galar también murió de una patada en la cabeza
. Nunca se supo el motivo, que
no fuera otro que matar por matar, que hacer daño por el placer que parece
despertar, en algunos cerebros inundados por lo primitivo, mezclado con la
virtualidad de la tecnología del siglo Veintiuno.
Dos hombres fueron condenados
por ese crimen, pero fueron muchos más los que intervinieron. Purgaron condena
de 10 años y ocho meses.

Sea en el invierno neuquino bajo las luces de la Avenida
Argentina, o en una peatonal de Villa Gesell en pleno enero ardoroso, lo que
parece repetirse es esa característica, un candoroso vicio, una perversión humana
que la tecnología acrecienta: no nos importa matar, no nos importa.

Rubén Boggi

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