La democracia de cotillón

6 diciembre, 2019
La democracia de cotillón
pobreza
pobreza

Los dineros públicos se gastan o se invierten, y
generalmente, la responsabilidad de las decisiones que determinan su uso es de quienes
encabezan cualquiera de los tres poderes del Estado. Hay reglamentos y leyes
que controlan la posibilidad de malversación, hay controles de poderes sobre
otros poderes, y hay discrepancias habituales acerca del destino que se elige
para la plata que es de todos.

Se nos permite disentir, sin que por ello haya un escándalo.
En definitiva, la discrepancia siempre es política. Y es sana. Hace a la higiene
de la democracia. Por ejemplo, desde estas columnas de opinión, habituales,
hemos discrepado recientemente sobre el uso de los más de 22 millones de pesos,
que el gobierno de Omar Gutiérrez decidió aplicar al refuerzo deportivo en el
TC, para la última competencia del año, que se concretó el pasado fin de
semana.

Hoy vamos a señalar otra discrepancia, que no es nueva, sino
habitual para la época del año y el fin de los mandatos. Es con la tradición de
la Legislatura neuquina de entregar medallas de oro a los legisladores que
cumplen su mandato y dejan la Casa. Este gasto fue, en este año, de poco más de
1,4 millón de pesos, a razón de 32,9 mil pesos cada una de las 39 medallas para
legisladores, más 6 para empleados legislativos por cumplir 25 años de trabajo.

Debe quedar en claro que no hay ninguna falta a las leyes en
estas decisiones. Son, simplemente, solo dos decisiones políticas en distintos poderes
del Estado entre miles de decisiones que los gobernantes toman, muchas de ellas
seguramente más importantes que las dos que se utilizan como ejemplo en este artículo.

Es solo que hay que recordar la tremenda importancia del
contexto. En un contexto de pueblo feliz, de panza llena y necesidades
satisfechas, el dispendio, el oropel, no incomodan a nadie. Pero Argentina atraviesa
una situación angustiante. Y Neuquén no escapa a esta angustia. Tiene 26,3 por
ciento de personas en situación de pobreza; y 3,6 por ciento, en la indigencia.
Esto, según la información del primer semestre de este año de la Dirección de
Estadísticas y Censos de la Provincia, para el aglomerado urbano
Neuquén-Plottier.

La situación, de los miles de personas en situación de
pobreza o indigencia, no cambiaría, si se hubiera dejado de “ayudar” a la Asociación
que administra el Autódromo neuquino; o si las medallas para los diputados
hubieran sido de lata en vez de ser de oro. Pero, en todo caso, se podría decir
que el Estado hubiera estado haciendo realmente todo lo que podía hacer para
ayudar a esa gente en primer lugar. Porque se supone que para eso está el
Estado. Para socorrer, con el dinero de todos, a los más débiles. A los que no
les alcanza para comer. O vestirse. O que están enfermos y no tienen obra social,
ni trabajo.

Investigando, el otro día, un poco más allá de consignas,
carteles o gacetillas, se indagó en la realidad concreta de los comedores que
organizan algunas organizaciones sociales. Se pudo constatar que, en los lugares
donde concurrían 600 personas a comer, el año pasado, este año concurren 1.200;
y que, allí a donde solo iban niños, ahora también concurren viejitos. Viejitos
que no tienen para comer.

Esos viejos, tan neuquinos como cualquiera, tan de Vaca Muerta
como cualquiera, no comen medallas o autos de carrera. Pero, estoy seguro,
tendrían un poco más de posibilidades si dejáramos atrás el oropel, la tradición
pacata de tanta democracia de cotillón, para ser un poco más humanos, más
sinceros, más humildes.

Rubén Boggi

Te puede interesar
Últimas noticias