Neuquén está enferma de violencia: no le den aspirinas

28 septiembre, 2019
Neuquén está enferma de violencia: no le den aspirinas
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Ahora que las elecciones importantes han pasado, y solo queda la nacional, con relativa importancia para Neuquén, tal vez pueda empezar a hablarse de esa violencia irracional, asesina, que campea en las calles capitalinas, y que parece salir indemne de los controles policiales, las políticas preventivas y los esfuerzos sociológicos del deporte.

Neuquén está enferma de violencia. No es una enfermedad provocada por un virus extraño. Es algo que nace del propio organismo social, de su propia composición despareja, contrastante. Como toda enfermedad social, primero hay que asumir que se padece, pues es el primer paso para una eventual curación.

Este viernes, un vecino neuquino quiso impedir que le sacaran una mochila a una chica. Fue en la calle, en medio del tránsito, de la gente, a una hora con plena luz y actividad, en un lugar que dista mucho de ser apartado y oculto. El ladrón le acertó tres tiros. Con una pistola calibre 22. El gatillo fácil es cada vez más fácil, y no se necesita usar uniforme, ni tener una determinada ideología, ni acudir a frases hechas. El gatillo y la bala atraviesan el inútil decoro de los explicadores, los teóricos, los pontificadores.

Pero nos están matando. A las mujeres, a los hombres, a los pibes. No importan los motivos para el que está dispuesto a matar. Pasados de merca, borrachos bajo el sol de la primavera, o lúcidos pero resentidos, estropeados ya por las circunstancias. Allí, bajo la apariencia del “Neuquén cuánto te quiero” de la “mejor provincia del país”, convulsiona una realidad aterradora. La realidad de la enfermedad que no se quiere asumir. Hay que decirlo. Neuquén está enferma. De violencia.

Esto no se cura con aspirinas, ni de un día para otro, porque además la enfermedad no empezó ayer, ni hoy, viene acunándose desde hace tiempo, mientras la Neuquén sana se debate en ordalías de crecimiento y exhibición de petrodólares. Son realidades paralelas, y probablemente, una no podría existir sin la otra. No, una aspirina no va, no alcanza, no sirve. Hay que trabajar mucho, en las escuelas, en los hogares, en el cuidado de los que sufren el desamparo, en la atención de los que vagan sin rumbo y con toda la vida por delante, en la prevención y represión del narcotráfico.

Es un deber, una necesidad imperiosa. Todos los niveles del Estado deberán participar. Todos, con el mejor ánimo y sin hacer politiquería barata ni esconder lo que igual termina conociéndose. La enfermedad puede curarse. Se cura, entre otras cosas, con una mayor sinceridad.

Rubén Boggi

 

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