Raúl Alfonsín, el hombre que se llevó una época

31 marzo, 2019
Raúl Alfonsín, el hombre que se llevó una época
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Hace 10 años que murió Raúl Alfonsín. Una década ha pasado desde que aquel hombre, que fue concejal, diputado, senador y Presidente de la Nación, exhalara su último suspiro. Aquel último hálito de aire de vida se llevó también una época. Se la llevó para siempre, pues lo que vino después tenía ya el germen de lo bueno y lo malo que él había ayudado a sembrar.

Alfonsín fue necesario, ahora lo sabemos con certeza, para instalar una democracia duradera en Argentina. En 1983, todo era más precario e inestable en la conciencia institucional de los argentinos. Veníamos de golpe en golpe. Nuestra fe democrática era circunstancial y hasta egoísta. Habíamos sufrido una dictadura asesina y torturadora, pero entonces todavía no habíamos asumido la profundidad del horror ni la necesidad de blindar las libertades con la coraza de la convicción plural para manejar nuestro propio destino.

Alfonsín, con su empeño en llevar adelante el Juicio a las Juntas Militares, dio ese paso trascendente e imprescindible para empezar a correr el velo que empañaba la visión de muchos argentinos. No le fue fácil. Soportó presiones de propios y extraños, la urgencia sin escrúpulos del poder sindical, la extraordinaria facilidad del peronismo para disfrazarse de lobo con piel de cordero.

Todavía hoy existen quienes, en el tapiz bobo de las redes sociales, se permiten ubicar a Raúl Alfonsín en la galería de los gobiernos “gorilas” o “neoliberales”. Todavía hoy se palpita en la sociedad argentina esa ansia criminal por saltar etapas y quemar procedimientos, esgrimiendo con naturalidad el argumento de la necesidad imperiosa del presente, y enarbolando el estandarte de la presunta defensa de los más débiles, los más carecientes.

Diez años han pasado de aquel último suspiro, pero todavía estamos envueltos en ese hálito, como en una neblina persistente, sin saber muy bien para dónde encarar este país atormentado. Aun así, lo que se llevó Alfonsín se ha ido para siempre, pues nos dejó a cambio, una idea, simple, pura, la de que no hay remedio para la enfermedad si se la piensa desde el oscuro manto del autoritarismo.

Rubén Boggi

 

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