Cuatrocientos kilómetros en bote y en Ford T, para dar a luz

31 marzo, 2019
Cuatrocientos kilómetros en bote y en Ford T, para dar a luz
mujer navegante
mujer navegante

Ella describe a su padre, que está a punto de nacer. Él va en el vientre de una mujer dinamarquesa, en un botecito casero, en pleno invierno, por el río contra la corriente. Él va en el vientre. En unos días será su padre.

Son esos almanaques de Julio de 1920, donde el termómetro es de los más helados que recuerde la provincia de Santa Cruz.

En esas maderas contra la corriente va la mujer con su esposo y dos hijos de 3 y 5 años. Son los abuelos de Nora Inés Ramströn, la que emerge ahora por el aire de la radio reviviendo cada instante. Sus abuelos, en una desesperada carrera para dar a luz a su padre. No los detiene la correntada, el viento y el frío del invierno santacruceño. Buscan en esos remos desesperados una sala de partos, durante 11 días. Luego le seguirán otros seis días en un Ford T descapotable para llegar a Punta Arenas, en Chile, otra vez contradiciendo el viento helado y abrazando su panza y sus pequeños, pero sobre caminos de ripio.

La que está a punto de parir es María Lissau, que en ese momento tiene 24 años y un embarazo de ocho meses. La misma que llegó desde Dinamarca con 18 años para casarse con su compatriota Pedro Jensen, que luego enviudó y quedó sola con dos bebés. La que habla poco porque no sabe el español. La misma que en una estancia frente a El Chaltén (Santa Cruz) conoció al hombre que va remando, desesperado contra la corriente.

Y el que rema, no es otro que Alfred Ramström, un sueco-finlandés abuelo de Nora Inés, la que emerge ahora por el aire de AM 550. La voz de ella se abre paso entre la correntada del río y advierte: “es una historia cruda, de mucho coraje”.

De puerta en puerto

La primera intención de Alfred fue salir de la estancia Helsingfors -adonde vivían-, cruzar el lago Viedma en el bote de construcción casera y llegar a un hotel ubicado ente el actual Chaltén y Paso La Leona. Allí tomarían “el coche-correo, que no era otra cosa que un Ford T” para llegar a Piedra Buena o Punta Arenas. Unos 15 kilómetros a través del lago, a puro remo y diálogos mitad en castellano, mitad en sueco y dinamarqués, en un escenario de Julio helado.

Pero el vehículo estaba roto. No había posibilidad de ir por tierra. Allí aflora “la sangre vikinga de mi abuelo” y decide que toda la familia navegue hacia la sala de partos.

Fue una verdadera odisea. Cruzaron el lago Viedma hasta el lago Argentino y allí, contra la corriente, el río Leona. Haciendo frente a  la correntada, se guarecían en los puestos de campo o los hoteluchos que había en la costa, como el de “Belatti, que tenía una estancia y una balsa”, ahí se quedan y luego siguen parando “en hotelitos, campos y puestos que encontraban al costado del río”. Por fin, al día seis de navegación llegan a la estancia Charles Fuhr (en las nacientes del río Santa Cruz) y ahí se aprovisionan, descansan y recargan energías para continuar con su periplo.

Arriba de ese bote casero, el hombre remando y la mujer con ocho meses de gestación, abrazando a sus pequeños, mirando hacia el horizonte de neblina y nieve. Él tiene sangre de vikingo y ella dos niños y uno por nacer. Así se abren paso entre la correntada y el viento helado que no perdona abrigos hasta llegar a la carne. En medio del silencio y la angustia, unos pocos comentarios entre español, sueco y dinamarqués.

Del bote al Ford T

Fue una verdadera odisea el viaje en el humilde bote por el río Santa Cruz que relata Nora. Sus abuelos gambeteando “en una cáscara de nuez” los escollos de uno de los ríos con más recovecos en la Patagonia.

Por fin llegan a Piedra Buena –en ese momento “Paso Ibañez”- , tras 11 días de navegación. Allí la revisa un médico y no le da buenas noticias: “en aquellos años en los pueblos no habían médicos, habían mujeres que colaboran en los partos. Estaba el Dr. Font que la revisó y le dijo que el bebé estaba de nalga, no estaba bien ubicado” y en esos años “no se hacían cesáreas”, le dijo “no la puedo asistir en caso de complicación, le sugiero que viaje a Punta Arenas”.

El abuelo de Nora alquiló un Ford T descapotable, sentó a su esposa y los dos pequeños y se despidió: él volvió a sus actividades en el campo y ella partió. Hacia su parto.

El viaje no fue fácil ni nada que se le parezca. Era un invierno de los más crudos, por caminos de ripio y esa mujer con sus pequeños debía cruzar toda la provincia de Santa Cruz, desde el Atlántico hasta el Pacífico, para llegar a Punta Arenas.

Ella contaba “y nosotras nos reíamos, porque éramos chicas. En la ruta a Chile había un hotel de dinamarqueses, paisanos de ella, y faltando diez kilómetros se rompe el auto”, entonces “el chofer le dice: tiene dos opciones o se queda acá o avanza conmigo caminando”. La abuela de Nora decide caminar “aunque la nieve le llegaba a las rodillas, ella pensó ´si me quedo acá con los chiquitos, en el auto descapotable, morimos congelados”.

Nora Ramströn, que ahora emerge con su voz por AM 550 en el programa “Tarde Libre” desde Esquel, deposita todo su orgullo en cada sílaba que nombra la odisea de sus abuelos Alfred y María.

El final del viaje es también un desahogo para Nora. Su abuela caminó unas horas y encontró “a un camionero que se apiadó de ella y la llevó hasta el hotel”. Desde allí, la llevaron rápidamente al hospital de Punta Arenas, donde “pudieron sacar las vueltas del cordón umbilical y permitieron que naciera mi papá y no muriera mi abuela en el parto”.

Por las venas de Nora Ramströn hay una correntada vikinga y dinamarquesa que viene de sus abuelos, de sus padres, de los ríos que germinan la historia de la Patagonia más profunda. Y no la detiene ni el invierno más crudo de Santa Cruz.

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