¿Ningún pibe nace chorro?

12 febrero, 2019
¿Ningún pibe nace chorro?
hermes
hermes



De las doce divinidades principales que habitaban el Olimpo, el último en ingresar al selecto grupete fue Hermes, y lo hizo en tiempo récord. Hijo de Zeus y la pléyade Maya, la misma noche de su nacimiento Hermes se sacó los pañales, abandonó la cuna y salió a cuatrerear por ahí. La víctima fue su medio hermano, Apolo, quien, en vez de cuidar su rebaño, suspiraba por el bello joven Himeneo. Aprovechando la distracción, Hermes le choripaneó doce vacas, cien terneras y un toro… Nada mal pa’ un recién nacido.

La cosa no terminó allí: esa misma noche el gurí fabricó 452 zuecos, uno para cada pata del ganado robado, y luego ató ramas a las colas de los vacunos a fin de despistar a los rastreadores. Una vez hecho esto, cruzó toda Grecia con el arreo, lo encerró en un corral, degolló dos terneros, los asó, churrasqueó, brindó sacrificio a los dioses y volvió a la caverna en la que acababa de ser parido. En la entrada encontró una tortuga, la mató, la vació y, con el caparazón y cuerdas fabricadas con tripas de los terneros sacrificados, inventó la lira. Luego entró en la cueva, trepó a la cunita, se puso los pañales y pidió la teta.

Al rato llegó Apolo quien, gracias al don del augurio, había descubierto el escondite del ladrón. Lo atendió su tía Maya, que, como toda madre, no podía creer lo que le decían de su hijo. ¿Cómo querés que te devuelva unas vacas si es un bebé de pecho? Lo único que puede devolver mi nene es leche. Hermes, envuelto en pañales, simulaba dormir pero, como a los pies de su cuna estaban los dos cueros de los terneros sacrificados, Apolo lo llevó derechito pal Olimpo para que Zeus lo juzgue.

A pesar de la evidencia de los cueros, Zeus tampoco estaba muy dispuesto a reconocer que su hijo recién nacido era un malandra. Sin embargo Apolo insistió tanto que, ya aburrido de la burocracia judicial, el propio Hermes confesó su delito: Ta’ bien, fui yo, te voy a devolver todo, o casi todo porque dos teneros los sacrifiqué en doce partes iguales para cada uno de los doce dioses. Apolo abrió los ojos y luego la boca: ¿Doce dioses? ¿Quién es el décimo segundo? Adiviná, le contestó Hermes y, tocando la lira, se puso de inmediato a cantar (y encantar) ensalzando la inteligencia, nobleza y generosidad de Apolo.

Fascinado por aquellos sonidos, Apolo le propuso a Hermes intercambiar el rebaño por la lira. El gurrumín aceptó el trato, y enseguida enfiló para un cañaveral, cortó unas cañas, inventó la zampoña y se puso a tocar. En este caso, y por razones obvias, no cantó al mismo tiempo... Sin embargo, Apolo nuevamente quedó encandilado por aquella música y le ofreció a su hermanito el único objeto que le quedaba: el cayado de oro que usaba para reunir el ganado, cuando tenía ganado. Esta flauta me sirve más a mí que ese cayado a vos, le contestó Hermes. Te la cambio si, además, me das el don del augurio. Eso no lo tengo y, al brindármelo, vos no lo perderías. Apolo le explicó cómo obtener el don y sellaron el acuerdo.

Zeus, testigo de los hechos, no pudo menos que sentirse divertido y orgulloso de su hijo menor, pero igualmente lo amonestó por no respetar la propiedad privada y macanear a lo loco. Portate bien, pibe, y vas a ser un fenómeno, entrador y piola como vos solo, dijo el padre, como para cerrar la conversa. Sin embargo Hermes la siguió: Si es así, Señor, nombrame tu mensajero y yo protegeré la propiedad en el Olimpo y nunca más diré mentiras… aunque no siempre diré toda la verdad.

Respondió Zeus que se conformaba con que hiciese respetar los pactos, promoviese el comercio y la libertad de tránsito, y, como emblema de mensajero, le regaló un báculo con dos serpientes, un sombrero redondo para protegerse del sol y la lluvia, y unas sandalias aladas para viajar tan rápido como el viento. De inmediato, se organizó una festichola olímpica pa’ recibir al nuevo dios que aprovechó la volteada para enseñarles a encender fuego haciendo girar una varilla. Un debut fulgurante, como quien dice.

A Hermes le debemos, también, el alfabeto, la escala musical, el sistema de pesos y medidas, la gimnasia y el pugilato. Asimismo, como mensajero de Zeus, Hermes era encargado de infundir sueños y pesadillas. Además, como responsable de todas las transacciones, era Hermes el psicopompo, es decir, el acompañante de las almas, encargado de guiar delicadamente a los difuntos hasta el reino de los muertos, siendo el único que podía entrar y salir de allí, aparte de los dueños de casa, Hades y Perséfone. Figura difícil de encasillar, Hermes fue a la vez promotor del comercio y protector de los ladrones, aunque puede que ambas actividades resultasen una sola... Cuidaba de pastores y caminantes, y su imagen, representada siempre con el miembro erecto, se levantaba en cada cruce de caminos.

Muchos siglos después, Sergio Rodríguez se encuentra en otra encrucijada, de tipo electoral, es decir, más que de erecciones, se trata de elecciones. El 10 de marzo demostrará si es tan hábil y persuasivo como Hermes, pero existe la posibilidad de que sea el último de los elegidos, al igual que el mismo dios. Por el momento, comparte con él la promoción del comercio y, con otros candidatos, cierta predisposición hacia las verdades incompletas. En cualquier caso, saludamos con música su candidatura. Siendo que para los romanos Hermes era Mercurio, podríamos dedicarle Mercury Falling, el bellísimo disco de Sting, pero, en beneficio de la síntesis, lo homenajeamos con El gran simulador, en versión de Freddie Mercury.

Te puede interesar
Últimas noticias