Los problemas de Gutiérrez, Quiroga y Rioseco

19 enero, 2019
Los problemas de Gutiérrez, Quiroga y Rioseco
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Los tres sectores políticos con más posibilidades de llegar a la gobernación neuquina el 10 de marzo tienen problemas internos. No es posible decir ahora, 19 de enero, si estos problemas afectarán las campañas de cada uno de ellos, o incidirán en acciones de los demás. Pero es inocultable esta realidad, que muestra, para los entendidos, cómo se fraguan intenciones antes que proyectos sólidos, cómo la “unidad” que todos proclaman existe sólo en el afán, a veces desmedido, por concretar la ambición de acceder a cuatro años de poder en una circunstancia prometedora.

El MPN no es un sólido bloque, unido tras la interna y lo sucedido posteriormente. Nada más lejos de la realidad. La unión y el alistamiento tras la candidatura de Omar Gutiérrez y Marcos Koopman es en realidad un proceso dinámico, trabajoso, lleno de imperfecciones, y acrecentado por el hecho de que además de hacer campaña hay que gobernar.

Rolando Figueroa pasó los primeros días de su gobernación a cargo en sus cuarteles propios de la Legislatura, pero enseguida dio el paso que algunos pensaban no se animaría a dar, y fue a instalarse en la Casa de Gobierno. Allí, pidió una oficina, y hubo quienes se le negaron. La oficina se abrió solo después de algunas advertencias. A partir de este hecho confirmado (pretender mantener un secreto en la Gobernación, es como querer ocultar una jirafa en la Avenida Argentina), se puede imaginar cualquiera cómo es la vida institucional de un gobierno que tiene que seguir tomando decisiones, a cada momento, todos los días, de menor o mayor importancia. La cadena de consultas, idas y vueltas ante cada una de estas situaciones se parece a una comedia italiana de la década de los ’60 ó ’70 del siglo pasado. Solo que no actúan Nino Manfredi, o Hugo Tognazzi.

La mínima e imprescindible cohesión que exige la paridad de las encuestas desespera a los dirigentes más lúcidos. Jorge Sapag ha tenido, y tiene, mucho trabajo desde las sombras que tejen la estrategia. Los ministros y funcionarios más conscientes trabajan con denuedo en medio de un potencial infierno subyacente. La salida más cómoda es disparar contra los adversarios, pero ese discurso queda encerrado en las limitaciones que la propia gestión impone, con Vaca Muerta expuesta a las decisiones del gobierno nacional. Así, el que asoma, mostrando su independencia, es Guillermo Pereyra. El senador nacional presentará, esta vez sí, un proyecto de ley de reparación histórica. Es una bandera interesante, pues se alza en función de una crisis de crecimiento, no de decadencia. Puede prosperar en una coyuntura parlamentaria en donde habrá muchos deseosos de plantarle en la cara a Mauricio Macri un enfoque distinto sobre el cómo desarrollar y progresar en el país.

Cambiemos tampoco es un lecho de rosas. O, en todo caso, es un lecho de rosas en el que fulguran las espinas. El último encuentro con Mauricio Macri de Horacio Quiroga tuvo momentos incómodos, porque desde el PRO  (Leandro López, diputado nacional) se cuestionó que el partido del oficialismo es el que menos candidatos tiene en las listas del Cambiemos neuquino. Quiroga no esperaba ese planteo, y lo condenó por inoportuno. La campaña sigue y las sonrisas permanecen, pero las dos caras de la escena están latentes, y en el sector puede darse tanto la máscara de la comedia como la de la tragedia. Algunos sugieren que el PRO perdió ya la posibilidad de tener el respaldo quiroguista para la contienda municipal. Que Quiroga tendrá otro candidato, pase lo que pase el 10 de marzo. En ese contexto, la situación no le gusta a nadie, porque objetivamente resta posibilidades la incomodidad interna.

En la “unidad” peronista también preocupa la tensión y diferencias permanentes entre la Unidad Ciudadana pura de Darío Martínez –candidato a vice- y el Frente que comanda el candidato a gobernador, Ramón Rioseco. Todo lo que hacen juntos, después termina por separado. Los equipos del cutralquense no confían en los peronistas kirchneristas de la capital, y viceversa. Todo se disimula en pos de conseguir lo que se promete, y lo que augura una coyuntura que es favorable aunque muy disputada. Esto también daña las posibilidades, más que lo que objetivamente puedan conseguir los adversarios propiamente dichos.

En concreto, las tres fuerzas que acarrean las intenciones de votos mayoritarias, padecen más por su intrínseca formación que por la competencia propiamente dicha. Tal vez sea esta una de las claves de esta pelea electoral veraniega: no vencerá el que más avance, sino el que más rápido cohesione sus propias filas.

Rubén Boggi

 

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