River pasó a la final en un partido para el infarto

River lo hizo. Consiguió la hazaña de superar a Gremio (2 a 1) y pasar a la final de la Copa Libertadores. Lo hizo en un partido que se le presentó difícil, porque después de protagonizar un muy buen primer tiempo, estaba perdiendo no por un gol, sino por dos, contando el del partido de ida.

Gremio había conseguido la ventaja con un tiro de esquina, mal ejecutado, que dio en un defensor, le cayó a un jugador brasileño, que pateó, y la pelota que se desvía en otro defensor, y Armani que no llega, y ahí estaba, injusticia pero gol al fin.

El segundo tiempo empezó con otro ritmo. Gremio logró enfriar el juego, complicarlo, dormirlo. River se fue desinflando y parecía casi imposible la hazaña. Gremio se perdió un gol increíble, en una pelota que desperdició Everton enfrentando solo a Armani y disparando al cuerpo del arquero, casi desmayadamente. No sabía entonces que perder ese gol implicaría perder el partido.

Porque River metió el primero, el del empate transitorio, el que renovaba la fe, con un cabezazo del colombiano Borré. Los de Gallardo (que miró el partido desde un palco) arremetieron con fuerza, y llegó el momento clave: Scocco que empalma una pelota, la pelota que se desvía, y todos pidiendo corner.

Pero había VAR. Y la jugada se reconsideró, y se descubrió que había habido penal, porque la pelota había dado de lleno en la mano del defensor brasileño. Doble amarilla, expulsión, discusiones, peleas, deliberaciones. El partido estuvo parado no menos de cinco minutos, mientras Piti Martínez aguardaba, con la pelota bien agarrada, con la decisión de patear el penal que podía darle la victoria y el pase a la final a River.

Y así fue. Disparo fuerte, al medio del arco. La hazaña consumada.

Gremio atacó con pelotazos al área. Armani respondió siempre. La lluvia cayó sepultando las ilusiones brasileñas. River festejó y ya piensa que, si Boca gana frente a Palmeiras, será la final soñada, con superclásico inédito.