Los inadaptados de siempre, ahora en la Roca

Hace tiempo comenzaron las reformas en diferentes plazas, a través de la Secretaría de Obras Públicas. Fue el caso de la Roca, por donde fue molesto pasar, durante muchos días, a raíz del ruido de las máquinas, la tierra, las cintas que cercaban el lugar. Pero, finalmente, los trabajos terminaron y el emblemático lugar quedó listo. Buenas luces, árboles podados, arbustos que no estaban y, si bien se extrañan, permiten ver mucho mejor a nuestro alrededor.

Esa plaza, forma parte de nuestras vidas, como tantos sectores de la capital. Específicamente ésta, no fue protagonista en un pasado lejano para mí y mis amigos, y el hecho de estar ahí, nos trae muchos recuerdos. Es un clásico. Habíamos comentado que estaba un poco "turbia" y no era tan placentero ir, como antes. Cuando volvimos, y la observamos tan diferente, comprendimos que todo cambia pero que, si se trata de un progreso, entonces es mejor. Explorábamos algo diferente, pero familiar, y se escuchó una de las voces del grupo: "Hasta en el aire se nota que acá pasó algo. Movieron un poco de tierra, y ya se siente mejor venir, otra vez".

Todo era muy bello, hasta que empezamos a observar que casi todos los bancos blancos, recién pintados, ya estaban escritos otra vez. Y un poco de la sonrisa que teníamos, empezó a borrarse. No por no comprender por qué suceden estas cosas, sino por saber que, aparentemente, aún hay un largo trabajo para revertir este tipo de situaciones. Realmente, díganme un lugar que haya sido arreglado y aguantado sin nuevas pintadas, más de una semana.

Ya todos sabemos que las gestiones políticas que nos representan deben garantizar nuestro bienestar como sociedad, pero no todos se enteraron que, como ciudadanos, debemos respetar ciertas cuestiones, y no sólo exigir, y exigir, y exigir. La demostración de respeto, nos guste o no cierto partido político, debería ser un estilo de vida que, rápida y simplemente, se vea reflejado en pequeños detalles. No es una obligación, es sentido común. Y eso, parece que es lo que falta en muchos neuquinos.

 

Sofía Seirgalea