Pensé que no tenía tiempo, hasta que la muerte se acercó

29 junio, 2018
Pensé que no tenía tiempo, hasta que la muerte se acercó
manos soltar
manos soltar

Mi amigo Facundo no tenía buena relación con su papá. Me había contado varias veces las diferencias que existían entre ellos. Por lo general, uno escucha, presta atención, y saca sus propias conclusiones de acuerdo con sus vivencias. Y así intentaba aconsejarlo.

Facundo tiene sus momentos. A veces quiere salir y organiza actividades, pero otras simplemente se queda durante días en su casa. Pero cada vez que lo veía, teníamos charlas profundas y filosóficas, sobre la vida. Sin embargo, nunca había alguna novedad con respecto a su papá. La situación era estática.

Yo emprendí un viaje, sola, porque lo necesitaba. No sabía cuándo regresaría, pero Facundo nunca se alejó de mí, sorprendentemente, gracias a la tecnología. Cuando regresé, meses después, ambos habíamos cambiado en muchos aspectos, sobre todo yo. No era todo igual que antes, pero luego se convirtió en algo mejor. Y comencé a preguntarme cómo es que pudimos mantener la relación de hermandad, casi intacta. Mientras que, con su propio padre, era casi imposible y había entre ellos más kilómetros que entre Neuquén y Europa. Entonces, por esto y otras situaciones, supe que las relaciones son de a dos. Siempre.

Más meses pasaron desde mi regreso y, una noche, me dijo mientras yo manejaba: “Creo que si a mi papá le pasara algo no me pondría tan mal… Es una realidad, Sofi”. Y pocos días pasaron, y me llegó un mensaje: “Me avisaron que tuvo un accidente cerebrovascular”. Y cinco minutos después, su papá murió.

Facundo cuestionó tantas cosas de su vida. Por algunos días, no quiso hablar con nadie. Y una mañana muy oscura, fui a su trabajo, antes de ir a la radio. Eran casi las seis y media, cuando tuve el impulso que me hizo doblar a la derecha para desviarme. Y Facundo me recibió con una sonrisa, y no pude abrazarlo mucho porque, a veces, me cuesta. Pero con mi mirada intentaba decirle cuánto lo quiero.

Mi gran amigo dijo que ahora quería disfrutar de sus familiares, porque siempre existen diferencias, pero cuando realmente no están, comprendemos que todo lo que nos hace sentir presión en el pecho, es algo que podemos exteriorizar de alguna u otra forma, antes de que eso ocurra.

Admitió que, un poco, se dejó llevar por su falta de perdón. Pero, ¿qué podía hacer ahora? Aseguró que no era momento de buscar culpables, ni un por qué. Mucho menos debía castigarse, sino entender lo que yo había entendido: las relaciones son de a dos.

A veces “no tengo tiempo” ni para responder un mensaje. Le doy prioridad a ciertas cosas en mi vida. El trabajo, por ejemplo. Pero me di cuenta que no podría costarme tanto preguntarle a alguien cómo anda, de vez en cuando. La vida y sus detalles nos deslumbran, cuando aprendemos a contemplarlos.

Esa mañana, él había terminado de hacer el pan y las facturas. Y me dio una bolsa de cada cosa: una para mis compañeros del canal, y otra para mi familia.

Facundo siente tristeza que sabe que sanará con el tiempo y la comprensión, pero sonríe. Desde lejos se observa cómo cambió su vida.

Todas las noches, espera a mi papá, que pasa con el camión de la basura, y también le regala una bolsa de facturas. También lo había visitado por el Día del Padre. Y Facundo, en pequeños gestos, le da amor a mi papá. Ese amor que, ni yo misma puedo a veces darle, porque “no tengo tiempo”.

 

Sofía Seirgalea

Te puede interesar
Últimas noticias