Varado y sin documentos en Cipolletti: una odisea incomprensible

18 junio, 2018
Varado y sin documentos en Cipolletti: una odisea incomprensible
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Sacó boleto para viajar en la empresa El Valle, horario 15,30 de este lunes, Cipolletti-Azul, provincia de Buenos Aires. Se presentó en la Terminal, esperó, porque los colectivos nunca salen a la hora marcada. Y no pudo viajar.

De nada valieron las protestas, la certificación de que “yo soy yo, se lo aseguro”, ni siquiera presentar la licencia de conducir. Había perdido el documento. Sin documento, no hay viaje, le dijeron. Y se quedó, allí, con la mochilita, mascullando la bronca de vivir en un país que es ordenado solo cuando se trata de joder a sus propios ciudadanos.

Los choferes fueron claros: si lo dejamos viajar, nos pueden joder a nosotros, le dijeron. El preguntó ¿pero entonces, por qué me vendieron el pasaje? Nadie le respondió. El pasaje, por otra parte, no se devuelve, sea cual sea el motivo: sólo 70 por ciento de su precio.

La empresa El Valle, pues, cumplió con la exigencia de pedir la documentación a sus pasajeros. Pero que el árbol no nos impida ver el bosque: el perjudicado aquí, fue un inocente. Que había viajado sin documento, primero, sin que nadie se lo pidiera. Por eso no supo que no lo tenía en la billetera, como siempre.

Los inocentes no tienen protección en Argentina. Puede parecer una afirmación temeraria. Pero hace a nuestra realidad, se los aseguro. Puede parecer pueril el motivo. Sin embargo, no lo es tanto: una persona no pudo viajar, estando a casi mil kilómetros de su trabajo y de su hogar. Solo porque extravió su documento y no se dio cuenta.

Tuvo que hacer la denuncia del extravío en una comisaría. Acreditar que no tenía el documento, en definitiva. Presentar ese papel. Comprar otro pasaje. Perder uno o dos días de trabajo. Poner nerviosa a toda la familia.

El documento, en un viaje que no sale del país, se pide al solo efecto de acreditar que quien viaja es quien dijo ser cuando compró su pasaje. Pero no puede ser que la carga de demostrar quién soy sea toda de uno, y dependa de una mísera tarjetita, el documento. Hay otras maneras de acreditar la identidad, que deberían estar al servicio del pasajero al menos en las terminales de ómnibus importantes, como es la de Cipolletti.

Es una lástima que, en la pretensión de ser más seguros, sigamos jodiendo al inocente.

Rubén Boggi

 

 

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