Entre ladrillos y negocios electorales, la CTA y el MPN

No es una casualidad ni un gesto del destino alejado de las intenciones de los hombres lo que se mostró el miércoles en el acto donde se presentó el plan de viviendas por el sistema “público-privado” que distinguirá la obra pública financiada por el Estado nacional, en algunos casos, como este, con participación de las provincias.

Tiene que ver con una estrategia política, que no es organizada en el caso singular de las 251 viviendas en tierras del IPVU por el macrismo, sino por el gutierrismo post-sapagista.

La concreción de viviendas y servicios con los gremios estatales como protagonistas rutilantes, incluida la CTA que conduce Carlos Quintriqueo, es casi una impecable muestra de cómo los intereses no coinciden con las ideologías. O, mejor dicho, de cómo los discursos van por un camino, y las acciones, por otro.

La CTA es anti-Macri, dicen ellos mismos. También anti-MPN. Pero las conveniencias no saben de discursos. Bajo el paraguas de lo institucional –en este caso, la relación entre el Estado y los sindicatos- se ha cocinado el primer negocio con vistas inmediatas al 2019 y a una intrincada red de negociaciones políticas, que se arma desde las sombras del poder.

Conciliar intereses, pactar objetivos para cada quien, buscar la división de los competidores en el escenario local electoral, propiciar eventuales colectoras, son algunas de las cuestiones que se arman sin el conocimiento ciudadano. Es parte de una rutina que hasta ahora le ha funcionado muy bien al MPN, que adelgaza en adhesiones, pero que confía en su base en el poder para arreglárselas en la dura competencia.

Esto no significa que el gobierno de Gutiérrez-Gaido (para este caso singular) haya pactado una paz permanente con la CTA de Quintriqueo-Marillán;  tampoco a la inversa. Cada quien mantiene la relación de acuerdo con las coyunturas. Y las coyunturas son cambiantes.