El ojo que todo lo ve, el palacio y la plebe enardecida

21 febrero, 2018
El ojo que todo lo ve, el palacio y la plebe enardecida
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Después de un parpadeo inconducente que duró solo algunos días, el ojo que todo lo ve volvió a la plena actividad, gotitas oftalmológicas mediante, para atisbar entre las hendijas de la complicada realidad socio política neuquina, y meterse en las oficinas del palacio, donde se cocina lo bueno, lo malo y lo feo, rememorando a Clint Eastwood, Eli WAllach y Lee Van Cleef, aquellos grandes que dirigidos por Sergio Leone nos dejaron enseñanzas de moralidad inmoral hace ya 50 años, casi los mismos que ha cumplido el MPN en el poder y en el gobierno de esta provincia tan al oeste como aquel oeste de las películas.

En el palacio, hay mucho de aquellos westerns que mezclaban italianos y yanquis en el mismo lodo todos manoseados, explica el ojo que todo lo ve mientras se le cae una lagrimita de nostalgia, recordando aquellos tiempos en que los proveedores del Estado vivían como reyes sin mayor esfuerzo. No es el caso del presente, cuando el palacio es rodeado por hordas enfurecidas que quieren el mango que se le niega a los demás, pero se disfruta para adentro. ¿Dónde está la justicia distributiva? Ahí languidece al costado de la tumba: 2.800 millones de deuda permanente y flotante con los proveedores, según me cuenta el ojo escuchó al excelentísimo señor ministro de Economía, que aparece solo de vez en cuando para tirar algún sincericidio.

Claro, solo es una manzana en el mar de las manzanas tiradas, una gotita en el medio del mar proceloso del Estado descalabrado. Mientras los señores del palacio firmaban convenios que poco interesan, a las puertas una multitud…encabezada por un ilustre representante de la Iglesia…discurseando sobre inequidades varias con sindicalistas y políticos al lado, apuntando el dedo que todo lo dice y frente al ojo que todo lo ve, hacia la gran cabeza provincial, que tiene cada vez menos pelos y menos ideas, atormentada como Torquemada con las obligaciones de la inquisición emepenista.

Ponele música de Ennio Morricone, y cerrame la siete.

 

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