El ojo que todo lo ve, la vaca, y Andorra

16 febrero, 2018
El ojo que todo lo ve, la vaca, y Andorra
el ojo que todo lo ve
el ojo que todo lo ve

El ojo que todo lo ve salió de la sonrisa gardeliana y única y a la vez inolvidable, para sobrevolar la amargura de las planicies, montañas, bardas y llanuras de la provincia que va tanto para el derecho como para el revés, con ese nombre tan bonito que apareció en un mapa del jesuita Havestadt en 1752, y que desde aquel tiempo  hasta el presente ha crecido, desarrollado, e inventado al MPN y otras cosas curiosas.

Sin parpadear pasó por la confluencia original de aquellos ríos primigenios, para ver con extrema claridad de sol espeluznante la historia de roturas transformadoras que originaron culposos apagones de los que todos pretenden huir montados en sus propias responsabilidades. Vio que no había luz donde la luz empieza, y siguió un poco hacia el norte, subiendo por ese río de nombre que va y viene, para llegar a la antigua colonia frutícola casi sin frutas, y ver cómo en ese hospital tan alabado por los dioses del gran partido habían pasado ya 200 días sin un mísero médico pediatra, que tal parece, han abandonado para siempre esta tierra promisoria a la que todos amamos y queremos y justificamos en ansias reeleccionarias.

Una ciudad con pocas luces y un hospital con pocos médicos no parecen la muestra incontrastable del progreso, se dijo el ojo que todo lo ve, puesto que habla también consigo mismo. Subió unos metros en razón de su propia intangibilidad, y de más arriba avizoró que el patrón circunstancial se estaba lanzando montado en briosos intendentes ansiosos de billetes imprescindibles, para dar la pelea, esa que dicen va por el progreso, los millones y millones y trillones de trillones de los dólares de la vaca, muerta o viva, según quiera usted.

Oh Vaca, escuchó el rezo desde las alturas, oh Vaca gran muerta y sagrada, no me hables de Andorra, que se arma la camorra.

El ojo que todo lo ve entró así en cerrada habitación claustrofóbica y camandulera, donde se trataba el impacto de la horrible denuncia, y tuvo la visión, sí, la visión del futuro después de la sonrisa de Gardel, y vio que el futuro era de sonrisa dada vuelta, de mueca casi preocupante, de carpetazo sólido, de ansiedad galopante, mientras escuchaba el gemido dolido del que te dije, el ansioso principal, que embuchando otra pastilla, preguntaba, hasta dónde, hasta dónde, hasta dónde llega Andorra, la gran puta que la parió.

 

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