Carta abierta por una escuela cerrada y el fantasma de Don Gregorio

27 mayo, 2017
Carta abierta por una escuela cerrada y el fantasma de Don Gregorio
escuela 331
escuela 331

Hablando hoy con la senadora rionegrina Magdalena Odarda me cuenta que la orden de cierre de la escuela 331, en un alejado paraje rionegrino, será resistida. La maestra, la alumna menor, y un grupo de mayores que quieren aprender a leer y escribir allí, tratarán que el Estado, ese gigante bruto, no aplique la ley del menor esfuerzo y del ahorro en un establecimiento mínimo aunque necesario.

Que el Estado cierre una escuela no es precisamente una buena noticia. Sí es una constatación: cada vez es más grande la distancia entre quienes ocupan funciones en esa cúpula de cristal gigante, y quienes vivimos fuera de ella, a la intemperie, felices aunque precarios.

Antes había hablado con Naldo Labrín, neuquino, músico, autor de una de las obras mayores de la música popular latinoamericana, en coautoría con Armando Tejada Gómez, el Coral Terrestre. Y Naldo me contó de la cantata a Gregorio Alvarez, que se estrenará el 19 de junio en el Cine Teatro Español, y me dijo que no solo la había escrito y compuesto él, sino que también se hacía cargo, junto a su esposa, Laura, del costo de ponerla en escena, con músicos y coro. Casi 50 mil pesos por noche, le cuesta a Naldo cumplir con su destino de creador, para mantener en la memoria de sus paisanos, el nombre y la figura de ese gigante que fue Don Gregorio.

“Me negaron las cuerdas. Me negaron la orquesta que yo fundé y sostuve”, me dijo Naldo, en relación a la Sinfónica de los Neuquinos.

Que el Estado no participe de una creación artística local con garantía de por lo menos seriedad y profesionalismo, aparece a primera vista como algo tan poco bueno como cerrar una escuela en lugar de abrirla. Casi lo contrario de lo que indica el sentido común. No estamos hablando de mendigarle al Estado, sino de cosas lógicas, simples, casi obvias.

Me contaba Naldo, con razón, que es poco lo que sabemos de Gregorio Alvarez, del tamaño de ese hombre en la historia americana. Y como para muestra basta un botón, reproduzco la anécdota que me narró, con su habilidad habitual, este sábado, en el programa Sin Pelos.

Dijo Naldo que Don Gregorio estaba empeñado en demostrar la diferencia entre la cueca neuquina y la chilena. Y que mientras andaba en esos afanes, le pidieron si podía atender, como médico, a una chilenita que estaba enferma de los pulmones, en un departamento de Buenos Aires. Allí fue Gregorio, con su maletín y con un grabador, para ver si la chilenita, que era cantora y sabía de cuecas, probaba la diferencia. La atendió, y se fue con las pruebas que corroboraban el aserto. La chilenita fue atendida, y mejoró gracias a la medicina del neuquino. Era Violeta Parra.

Yo no sé si estas cosas cambian la realidad aunque sea un poco. No se siquiera si hay algún conocimiento efectivo para mejorar la cosas, como un remedio, como una asistencia que se le da al enfermo.

Sé que cerrar escuelas o desconocer obras artísticas es apenas un signo, un indicio, de que en algún rincón oscuro se alimenta el huevo de la serpiente.

Rubén Boggi

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