La soledad de Ricardo, y el abandono de un sistema ciego

7 diciembre, 2016
La soledad de Ricardo, y el abandono de un sistema ciego
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Ricardo Vega no sabe bien qué hacer. Es el cuñado de Lorena Barrionuevo, la mujer que fue atropellada y asesinada en su casa, por otra mujer que (no) conducía una camioneta cuatro por cuatro. La camioneta salió volando de la calle Colón, y mató a Lorena después de atravesar un portón. Fue a parar contra un montículo de tierra y plantas. Después, los vecinos la prendieron fuego.

Ricardo tiene lágrimas en los ojos y desesperación en el alma. Su mujer, la hermana de Lorena, se quiere ir de esa casa, a la que ahora ve como maldita. Todavía, cuando le hicimos la nota, en la mañana de este miércoles, al otro día del infausto día, nada le habían dicho sobre el triste destino de su madre a las gemelas de 6 años que ahora seguirán viviendo con ellos.

Nadie había ido a ver a Ricardo. Ni siquiera un “carancho”, estos abogados que saben lucrar con este tipo de cosas. Nadie había ido. Y Ricardo no sabía bien qué hacer. Pide ayuda, lágrimas en los ojos, pesar en el corazón, y una rabia que va creciendo al ver cómo es de injusta la vida.

“No sabemos quién es la mujer que mató a mi cuñada. Sólo sabemos que tiene un abogado, que declaró, y se fue a su casa”, dice Ricardo.

No dejemos solo a Ricardo, ni a su mujer, ni a las dos niñas de seis años que quedaron sin madre.

No son víctimas de un “accidente de tránsito”. Son víctimas de la desigualdad, de la desidia de un sistema que se rasga las vestiduras para afuera, y las mantiene, intactas y lujosas, hacia adentro.

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