La gracia del buen comer, con ojos argentinos

24 noviembre, 2016
La gracia del buen comer, con ojos argentinos
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Los estadounidenses celebran Thanksgiving o el Día de Acción de Gracias, la más importante de sus festividades, más que la Navidad incluso, o Año Nuevo o el Día de la Independencia, y este corresponsal ha sido invitado a una tradicional cena en una tradicional casa de familia americana, compromiso al que la cortesía, la curiosidad periodística pero por sobre todo las lisas y llanas ganas de comer, impiden defraudar.

La hora de inicio de la cena es a las 4 pm. Después de vivir algún tiempo en este país uno se acostumbra a cenar a las 6 -mucho mejor por cierto que hacerlo más tarde- pero en Thanksgiving hay mucho para degustar y por eso la cosa empieza mucho más temprano.

Este reportero ha averiguado que no se trata de una cena de rutina, sino de una absoluta concelebración del buen comer por el solo y fantástico placer de comer, unido esto a la intención de agradecer por todo lo recibido durante el año y compartirlo con quienes, incluso, no son de la familia.

Es interesante que, como en ninguna otra festividad americana, en Thanksgiving se suele invitar a la cena a aquellas personas que se sabe que estarán solos en este día pero que no forman parte de la parentela o del círculo de amistades. Esto se enraíza en el núcleo duro del alma de esta sociedad y que tiene que ver con el profundo concepto que la caridad -la real y no la declamada- tiene en la mayoría de los norteamericanos, fenómeno que no es siquiera vislumbrado por otros pueblos, ni “yanquis” ni marxistas, como la Argentina.

Hasta que uno no vive aquí no lo llega a comprender ni a valorar.

Los días previos a este día han sido un hervidero en los supermercados, en donde los productos relativos a esta celebración -principalmente culinarios- estuvieron al frente de las góndolas y por supuesto, a la delantera de las ofertas, preaviso del fin del mundo que acontecerá a las 0 horas de esta noche cuando arranque el temible Black Friday, el “viernes negro”, un tsunami de ventas con descuentos cuyas cifras resultan imposibles de imaginar para un argentino medio y con absurdas disyuntivas filosóficas, propias del Primer Mundo, como por ejemplo: “tengo un problema...está en oferta el iPhone 7 y no el 6 y quiero el 6...no sé qué hacer!!”.

Pero hoy, el protagonista indiscutido, la “prima donna” de la soirée es la cena y el infaltable pavo relleno horneado -hay cientos de variedades de relleno -stuffing- según la región, la tradición y la propia familia- seguido por toda una variadísima gama de “sides” (guarniciones) que lo acompañan como purés, salsas a base de frutos rojos y ensaladas multicolores que le darían envidia a cualquier pintor impresionista, hasta terminar con los tradicionales pasteles de calabaza y la copita de suave "eggnog", un exquisito ponche de huevo, azúcar y leche.

Lo del pavo no es broma aquí. Sacando al afortunado animal que cada Thanksgiving es “perdonado” por el Presidente -rito que inició en 1947 Harry Truman y que ayer celebró por última vez Barack Obama- se calcula que cada año para esta fecha irán a parar al horno unos 280 millones de estas aves de corral, casi una por habitante.

La Asociación de Granjeros de Pavos de los Estados Unidos calculó que en este día los norteamericanos van a consumir más de 300 mil toneladas de carne de pavo, el equivalente al peso total de la población de Singapur. Se podría decir que si los estadounidenses fueran caníbales, en un solo día serían capaces de comerse -literalmente- a todo un país del Tercer Mundo. Afortunadamente esto es -por ahora- una inocente relación matemática.

Thanksgiving es una celebración que se remonta al siglo XVII en los inicios de los Estados Unidos, pero que tiene sus raíces en antiguas festividades europeas de agradecimiento por el fin de las cosechas. La celebración no fue nacional sino hasta 1863 en que Abraham Lincoln la incluyó en el calendario oficial extendiéndola a todo el país. Los mexicanos residentes aquí tienen su propia versión llamada “San Givin”, con frijolitos charros, mole, chiles chipotles y por supuesto mucho tequila al compás de la música de Cuco Sánchez, Lila Downs y José Alfredo Jiménez.

El paso del tiempo, los cambios culturales y la implacable filosofía de la más poderosa economía de mercado de América han ido mudando la fecha desde una austera celebración de peregrinos puritanos junto a los indios que habitaban en el 1600 Nueva Inglaterra, a lo que es hoy: un colapso de tiendas, rutas y aeropuertos abarrotados y muchas pero muchas ganas de comer.

 

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