La algarabía es partidaria, y se explica como una necesidad

15 octubre, 2016
La algarabía es partidaria, y se explica como una necesidad
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Mientras en el país todavía asedian la ignorancia y la pobreza, la política, curiosamente, vive una especie de fiesta alborozada. Cada quien en su sector, es optimista. No se sabe si porque hay que serlo para ganar voluntades, o si porque hay razones de verdad para fundar esa visión del futuro. A la celebración permanente del macrismo nacional, que vive tocando timbres y festejando obras que el kirchnerismo anunció pero no hizo, le corresponde en Neuquén la algarabía del MPN, que produce incesantes actos de búsqueda de confianza: por la militancia, por el Día de la Madre, por esto o por aquello, cualquier ocasión es buena para juntar centenares o miles, decir un par de discursos, comer unos buenos choripanes y bailar al ritmo de las canciones de la buenaventura que –insisten- llegará tal como aseguraban las predicciones de Florencio Parravicini.

Hay una explicación para este ambiente contrastante: la realidad argentina y neuquina no han cambiado significativamente, pero la política sí. Así como desde el manejo inédito del Estado nacional, el sector político novato que conduce Mauricio Macri persigue el propósito de dejar atrás el peronismo y avanzar en la estructuración de un espacio propio, una nueva concepción que mixture el viejo desarrollismo con los ideales del capitalismo posmoderno y global; en Neuquén, el MPN que conduce Omar Gutiérrez busca regenerarse a sí mismo, desafiando viejos liderazgos, y recreando una cultura que celebra alrededor del Estado, mientras alienta, casi sigilosamente, el crecimiento de la actividad económica privada.

Lo cierto es que la algarabía es comprensible, pero partidaria. La sociedad civil, esa mayoría impresionante que cada tanto marca la cancha, permanece expectante, casi en la actitud del vigía que otea el horizonte, atento, pronto a dar la alarma si es necesario. Se observa, por ejemplo, el deterioro educativo asociado al crecimiento de la delincuencia; la marginalidad que produce hechos impactantes y dolorosos; las dificultades permanentes en los servicios de salud; la aplastante evidencia del efecto malsano de la alta inflación. La algarabía no existe entre los ciudadanos de a pie, solo existe la paciencia, y en ese contexto, una moderada esperanza.

La esperanza, en Neuquén, tiene dos grandes vías como acceso: una es la que marcan los hidrocarburos, la otra, la del desarrollo agropecuario y turístico. En el primer caso, hubo una pequeña victoria que se apunta legítimamente el gobierno del MPN: un acuerdo con YPF-Ysur, que implica una inversión exploratoria de 452 millones de dólares, y la devolución de 14 áreas, que engrosarán los activos de Gas y Petróleo del Neuquén (GyP), la petrolera provincial, que había permanecido en las sombras hasta ahora, tras un primer período fulgurante en la administración de Jorge Sapag.

El acuerdo, que se firmará este lunes, significa para el gobierno, además de lo positivo de que se concrete otra inversión en tiempos de bajo precio petrolero y crisis de la industria, un oxígeno concreto para sus cuentas, realmente afectada por la continuidad de los bajos ingresos y los altos gastos. Ingresan al Tesoro, de manera inmediata, dólares por la Responsabilidad Social Empresaria (RSE), por permisos exploratorios, y por impuesto a los sellos. Serán unos 35 millones de dólares, unos 538,6 millones de pesos. Un alivio para llegar mejor al último bimestre del año.

Hubo también una buena noticia para la actividad económica que no depende de los hidrocarburos directamente. El grupo empresario Las Taperitas (Ilolay) le presentó al gobernador muy buenos resultados de avance para los campos que tiene para producir forraje y carne vacuna en Picún Leufú. Es un emprendimiento serio y a puro riesgo privado, algo que en Neuquén no abunda. Más allá de la carga simbólica que implica el desarrollo, que incluye el riego por gravedad con tecnología de avanzada, significa un paso anticipado concreto a lo que serán los nuevos estatus sanitarios argentinos, que –se prevé- seguirán evolucionando. La idea es simple: cría y engorde en el mismo lugar, para exportar ganado en pie a Chile. Una postal con camiones transportando ganado es algo que hay que buscar en el pasado lejano en esta provincia. En este caso, es como volver al futuro: progresar haciendo algo que nuestros abuelos hacían y que se perdió por un crecimiento mal diseñado.

Estos ejemplos, positivos, se dan en un contexto, se insiste, en el que la algarabía es más política que social, más partidaria que colectiva. Hay temas tabú, temas que se soslayan desde el poder. La marginalidad y la pobreza es uno de ellos, el más fuerte. El poder se ocupa, pero de manera casi automática, y con cierto nivel de culpabilidad implícita, aunque sea retroactiva, una sensación incómoda. Este contexto juega en el equilibrio dentro del gobierno. Hay áreas que se cuestionan, incluso a sí mismas. Que deben entregar resultados, y muchas veces no los consiguen.

Aquí será muy importante el trabajo que podrá, o no, desarrollar Educación. La cartera en manos de Cristina Storioni tiene una enorme responsabilidad, y debe bailar, como dice el refrán, con la más fea. Las escuelas sufren un largo deterioro estructural. Parece imposible mejorar esto desde la provincia. Es un problema macro, un problema que hace a la Nación. Por eso, es importante la reafirmación del gobierno de que llevará adelante el “dispositivo” Aprender, una encuesta para detectar la gravedad de la coyuntura nacional, pese a la oposición del gremio ATEN, que encontró aliados más o menos complacientes en la oposición al MPN (focalizada en el kirchnerismo residual).

La concretización del Aprender no cambiará nada en lo inmediato. Pero puede ser un punto de partida. El sistema educativo que se modificó al poco tiempo de la renacida democracia, ha fracasado. La magnitud del fracaso es hasta ahora desconocida. Se deberán tener parámetros concretos, científicos, objetivos, fuera de las discusiones ideológicas y lejos de los intereses sectoriales. Esto deberá suceder. Porque si no, la marginalidad asociada a la pobreza avanzará como una enfermedad misteriosa, destruyendo a su paso el frágil organismo de la democracia argentina.

Rubén Boggi

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