96 horas cruciales para definir si habrá escuelas normales alguna vez

Era previsible, y también, tal vez, evitable. De las dos condiciones se dio una: el gremio docente ATEN anunció otro paro. Esta vez, dividido en dos semanas, de 96 horas, 48 por semana. El 21 y 22, como para empezar la primavera. Y el 28 y 29, para cerrar a puro ñoqui.

El reclamo es el que se venía amagando: reapertura de negociación salarial. Se les recuerda a los desprevenidos que no podemos hablar de paritaria, porque el gremio docente neuquino se ha negado, históricamente, a tal concepto. Prefiere negociación y asamblea, asamblea y negociación, hasta que las velas no ardan. Eventualmente, algún corte de ruta. Siempre, el recuerdo hacia los mártires propios, como justificación a cualquier conducta que “decida la asamblea”.

El contexto es de tremendo desastre educativo. Ha sido el año en que más buenas intenciones se han declamado, y menos resultados se han conseguido. Podrá esperarse la evaluación del “Aprender”, pero la sensación generalizada es que el año lectivo fue demasiado vapuleado, cortado, interrumpido. El contexto, también, es muy político: en el gremio se libra una sorda batalla que viene desde hace tiempo, entre practicantes activos de la izquierda bien siglo XX, y moderados adscriptos a las coyunturas, más despojados de ideologías dominantes.

Lo cierto es que el anuncio de paros docentes obliga al gobierno a tomar algún tipo de decisión, más allá de la económica. En concreto, el Ejecutivo neuquino deberá responder con algo más que ofertas salariales, si es que las concreta, pues hasta ahora ha dicho que no, que el acuerdo era por todo el año, y que la inflación no ha justificado una reapertura.

El tema es el más importante del año en Neuquén. No cabe duda, que ningún progreso será posible en la provincia, con o sin Vaca Muerta, con o sin Chihuido, si no se soluciona de manera más o menos duradera, este tembladeral ineficiente en que se han convertido las escuelas.

Rubén Boggi