El MPN, Cambiemos, y sus batallas internas

13 agosto, 2016
El MPN, Cambiemos, y sus batallas internas
gutierrez-caviahue
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Mientras el año se precipita hacia un final mediocre, con la economía todavía complicada y mucha confusión en la política, en Neuquén se juegan competencias internas en dos de los tres sectores en que se divide tradicionalmente el espectro con posibilidades de hacer podio cuando hay elecciones.

Como la certeza de que el año no dará para arrojar manteca al techo ya se tiene, la expectativa se traslada hacia el juego político, en lo que ya es la pretemporada electoral. Por ahora, hay dos sectores en danza protagónica. Uno, el del MPN, obviamente. El otro, el del demorado, incipiente, y esperanzado, Cambiemos, es decir, lo que intenta ser la representación local del actual oficialismo nacional.

El año mediocre en lo económico tiene mucho de raíz en lo que en Neuquén es fundamental, es decir, la producción energética. Ahora, Macri fantasea con un nuevo pacto fiscal, con la mayoría de los gobernadores de su lado, para disimular el tarifazo inexorable (lo único que cambiará, eventualmente, es la magnitud, pero aumento de tarifas habrá), con una proyección de política energética de Estado. Es algo que en Argentina nunca se ha conseguido: la política energética ha sido errática y grosera desde hace más de medio siglo, y las consecuencias de ese desastre producto de las políticas excesivamente afirmadas en las coyunturas, absolutamente nefastas para la sociedad toda.

Esto se trabaja en paralelo a la nueva incursión de Juan José Aranguren por el Congreso, que repetirá inevitablemente la imagen de un tecnócrata irreprochable chocando contra representantes del pueblo que no quieren conceder carta blanca a ese perfil en el gobierno, aferrándose a la idea de que el Estado todo lo puede, y que cualquier carta liberal que pretenda jugarse en Argentina no tendrá el respaldo de la mayoría del pueblo.

Mientras, la inflación se desacelera pero sigue alta, la pobreza aumenta, el humor social se crispa, las inversiones tardan en llegar, la obra pública no larga la carrera, y los billetes de 500 pesos se ven poco y nada en las billeteras de los pobres.

Con este contexto, y pese a este contexto, los dos sectores políticos más protagónicos en Neuquén, el MPN y Cambiemos, tienen sus cartas principales apostadas a la sincronía con el oficialismo macrista, en lo que hace a su posibilidad mayoritaria en cada sector; mientras que quienes le presentan pelea interna, se aferran a la tercera mayoría, la de un peronismo que no termina de salir de la decadencia K, pues no encuentra una opción clara, aunque en cualquier momento aparezca una.

En Cambiemos, por ahora todo se reduce a quienes aceptan que Horacio Quiroga presida el sector, y a quienes no. La presentación volvió a postergarse, para el 9 de septiembre, fundamentalmente por esta causa política, más allá de los detalles técnicos de organización de lo que en definitiva es un sencillo acto, no vinculante, que no decidirá nada, y que solo permitirá ver si moviliza mucha gente, o poca, entusiasta, o no tanto.

Quiroga presidirá igual a Cambiemos, al menos en este comienzo efectivo de la fuerza multipartidaria que ha elegido como estrategia Macri para crecer en todo el país y tener un año electoral al menos digno el 2017. Es un presidente de facto, porque no ha sido elegido, ni pretende serlo. En el presente de Quiroga, todo es jugar a fondo con la convicción de que cuatro intendencias capitalinas y permanecer en el olimpo de los pocos políticos neuquinos que son sinónimo de muchos votos, es suficiente. Mira alrededor, y no ve a nadie capaz de hacerle sombra en la consideración de la ciudadanía. Los aspirantes a candidatos del PRO miden menos que él. En NCN, no hay nadie que lo equipare. En la UCR, nadie puede ni quiere competir y ganarle. En la CC-ARI, nadie se plantea superarlo en votos…es más, en este sector nadie lo quiere, y solo se arriman quienes, en la circunstancia, se ven favorecidos pragmáticamente.

Quiroga no ha conseguido ni conseguirá el consenso total de las fuerzas que componen Cambiemos, porque ha puesto la vara de aceptación muy alta. Ha planteado que ser Cambiemos en Neuquén es ser oficialismo del gobierno nacional sin lugar a la duda. Un oficialismo a rajatabla. En el radicalismo se encrespan con esto. En CC-ARI, ni hablar. En NCN y PRO nada se dice, con cierta obviedad. En todo caso, los planteos son otros, y tienen que ver con el mayor o menor protagonismo que se dispone desde esa altura, desde esa forma de conducción verticalista, desde esa (en definitiva) copia descarnada de un estilo que se parece tanto al MPN como al peronismo histórico.

¿Y qué pasa en el MPN? Simplemente, más allá de los avatares de la administración estatal, que son ya parte de la rutina en este partido, está ocurriendo la consolidación de la certeza de que Omar Gutiérrez no será solo un administrador, sino que pretende desarrollar su propia concepción de lo que el MPN es y debe ser en el futuro inmediato. Para esto, avanza en la construcción política que cimente su autonomía, y la autonomía de quienes lo respaldan en la interna siempre dinámica de su partido.

Se verá si concreta este año o no un reajuste de piezas en su equipo de gobierno: esto tiene más que ver con la efectiva gestión, con los resultados que se consiguen o que no se consiguen. Pero mientras, lo que es interesante observar es cómo crece en imagen diferenciándose de sus antecesores, y multiplica sus esfuerzos para ser un gobernador “presente”, en cada lugar, en cada pueblo en donde haya algo que mostrar que se ha hecho. Gutiérrez, el mismo que no quiere su foto en los avisos publicitarios, la obtiene igual por otra vía, estando en cada lugar donde el gobierno protagoniza. Esto exige intensidad, disposición, y programación estricta. Es lo que está haciendo, para armar ese espacio necesario, mientras al mismo tiempo mira alrededor con desconfianza y mide a cada uno de sus eventuales opositores, porque sabe que el MPN es una telaraña tan grande que se torna difícil de controlar desde su centro.

En el MPN hay obediencia hacia el poder, hay en esto un verticalismo asumido con la responsabilidad que solo da el ejercicio largo y certero en ese poder. Pero al mismo tiempo hay una real convicción de que cada quien puede disputar ese poder, mientras no lo ponga en riesgo. Por eso, hay que distinguir en esa tropa numerosa, a los caudillos de escuadrones que luchan junto al general en la batalla, pero que en los pernoctes, en los entreactos, se esmeran por incidir en la estrategia de la próxima contienda.

¿Es Gutiérrez ese general? Trabaja en eso. Mientras, otros líderes internos también trabajan por sus propios intereses. Allí está, en las sombras, con su paciencia a cuestas, Jorge Sapag. Allí está, con su picardía inevitable, el vicegobernador, Rolando Figueroa. Allí está, sumido en cuestiones importantes, el senador Guillermo Pereyra. Allí está, tramando incansablemente, preparando una jugada riesgosa, al pie de las máquinas llenas de tinta, Jorge Sobisch. Y muchos más, cada uno midiendo, cada uno buscando posibilidades, cada uno con su propia mirada de lo que se hace bien y lo que se hace mal.

Rubén Boggi

 

 

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