De Tinelli a Niní Marshall, una historia incómoda con el humor

26 julio, 2016
De Tinelli a Niní Marshall, una historia incómoda con el humor
Niní-Marshall.-1132x509
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¿Por qué el humor molesta a los políticos argentinos, y en especial, a los presidentes? Esto no es nuevo, más allá de la actual parodia entre Marcelo Tinelli (el presunto humorista) y Mauricio Macri, el (¿presunto?) presidente. Por el contrario, es Argentina uno de los países de habla hispana que más humor político ha tenido desde siempre. Y siempre con el mismo efecto: provocar el malhumor de los gobernantes.

Claro, hay casos y casos. El más reciente, tuvo como protagonistas al talentoso dibujante Hermenegildo Sábat, y a la entonces presidente argentina Cristina Fernández. Sábat la caricaturizó con la boca tapada por una cinta, y la reacción contra el artista fue impresionante. La misma Cristina aludió, al otro día de publicado en Clarín, al dibujo.

"Son los mismos (opositores que tergiversan la información) que hoy pude ver en un diario donde colocan mi caricatura, que no me molesta -a mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten-, pero era una caricatura donde tenía una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasi mafioso. ¿Qué me quieren decir? ¿Qué es lo que no puedo hablar? ¿Qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?", dijo entonces la mandataria.

Su réplica a la caricatura de Sábat desencadenó una agresión militante contra el dibujante, y fue uno de los picos de enfrentamiento entre la prensa y el gobierno K. Producido por una simple caricatura. Incisiva, mordaz, ácida…claro, sino no tendría gracia. La caricatura generalmente se usa para exagerar y criticar, no para enaltecer la gloria de los humanos.

Pero el gen autoritario nos viene de antes. Niní Marshall, una de las mujeres más talentosas de la historia argentina, lo sufrió (sin quejarse) en carne propia. Primero, la creadora de “Catita” y otros personajes sublimes del humor costumbrista, se tuvo que ir en 1943, porque el presidente (de facto) Pedro Ramírez la censuró por “distorsionar el lenguaje”. Después, ya durante el gobierno de Juan Perón, se tuvo que ir otra vez del país porque a Evita no le gustó una imitación “fuera de lugar”.

Tinelli no imita a Macri, sino que lo hace imitar. Tinelli tampoco tiene el talento de Niní Marshall. Tal vez Macri no sea parte de ese autoritarismo populista del primer peronismo, sino que en todo caso ensaye uno nuevo, con barniz más civilizado.

Pero lo cierto es que el humor transmite en Argentina algo incómodo para el poder de turno, sea cual sea éste. Y, si bien esto no es una originalidad (pues ha sucedido lo mismo en todo el mundo), sí puede anotarse como original esta impostada sorpresa con que abordamos el tema cada vez que sucede.

Rubén Boggi

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